cargo, ya sabe, considerando el color de mi cabello. Así que simplemente
aproveché la oportunidad que me han otorgado.
››De hecho, es exactamente lo que ocurrió ahora mismo, señor
Caluti, usted no ha bebido ni un solo trago de su agua... y yo ya estoy yendo
por mi quinto vaso. El mundo también es así; hay gente que aprovecha lo
que tiene y hay otras que no lo hacen. Debe admitir que tengo derecho a
tener ciertos privilegios.
Caluti refutó la comparación y esa excusa tan rebuscada, diciendo:
hay personas, sin embargo, que ni siquiera tienen la posibilidad de beber
agua, o de elegir qué comer.
—Eso es mala suerte, supongo —comentó el director.
Caluti tomó el vaso, y luego de dar un trago, dijo: aunque, entiendo
su punto, y descuide, tampoco lo juzgo, pero... ¿Qué hizo la maestra
después de eso?
El director suspiró.
—No mucho, desde ese día ella dejó de exigir puntuaciones altas a
sus alumnos.
Al decir eso, ambos comenzaron a reír.
—Tal parece que la niña afectó psicológicamente a esa pobre
docente —comentó Caluti entre risas.
El director se tornó serio y volvió a suspirar.
—Sí. Somos conscientes de que Esmeralda es un genio, pero, con la
renuncia de esas dos niñas... ya suman un total de ocho los alumnos que
abandonan esta prestigiosa institución. Definitivamente no es una
coincidencia, todas las decisiones tuvieron un factor común; ocurrieron
después de haber interactuado con ella.
—Interesante —dijo Caluti. Luego, mirando fijamente al director,
preguntó: ¿y qué dicen sus padres al respecto?
—Los padres de la niña... —El director guardó silencio. Se quitó
lentamente los anteojos, y suspiró—. Ellos murieron de forma trágica.
EL INCENDIO
—¿Qué clase de tragedia? —preguntó con el rostro expectante.