Ya había transcurrido un mes desde la gresca en Atle. Morgan
dormía en su habitación, la cual se hallaba en el tercer piso de un edificio
destinado únicamente para el hospedaje de los alumnos. Él era uno de los
pocos estudiantes cuyo cuarto no era de uso compartido, pues, como a
Morgan le gustaba aislarse de los demás, Caluti hizo todo lo que estaba en
su poder para que el chico se sintiera lo más a gusto posible. Su cuarto tenía
una dimensión de cuatro por cuatro metros. Este contaba con aire
acondicionado, un pequeño baño al costado derecho de su cama, y un
guardarropa en la pared izquierda. También, al lado de su lecho, había una
mesita donde dejaba su reloj inteligente.
La posada era bastante minimalista. Por las paredes, que tenían el
mismo color hielo del suelo, posaban estantes con algunos libros sobre
estos. También había estatuillas de madera, y debajo de esas esculturas se
hallaba su escritorio, sobre el cual reposaban algunos materiales de estudios
ordenados meticulosamente. La puerta principal de su habitación llevaba al
pasillo exterior. Dicha entrada se encontraba a unos metros de la parte
trasera de su cama, con la particularidad de que una pared interior en forma
de ele y de un metro de ancho obstaculizaba el camino. Por eso cada vez
que Morgan entraba a su cuarto, lo primero que veía era esa pared interna.
Se trataba de una pequeña zona para dejar los calzados y no manchar el piso
al entrar.
Sonó la alarma de su despertador. Encima del mueble estaba su
pulsera o reloj inteligente, ese era el dispositivo de comunicación de la
época; bastante popular entre los jóvenes. Aunque los adultos se
conformaban con usar los teléfonos convencionales; que eran planos,
grandes, táctiles y bastante primitivos. A los mayores les resultaban más
cómodos los modelos antiguos. Aun así, tanto las pulseras inteligentes
como los celulares convencionales tenían la función holográfica.
Los componentes con los que se fabricaban esos dispositivos, se
extraían de unas minas en la región de Carmesí. Los mineros de esa ciudad
eran explotados diariamente con el único fin de obtener la materia prima de
los celulares y de las pulseras. Lamentablemente muchas personas del sur
no tenían idea de la cantidad de gente que sufría, e incluso moría para que