Morgan tomó una decisión en ese instante; este secó sus lágrimas,
cambiando su expresión de niño asustado a la de un hombre serio y
decidido.
Sé muy bien que soy inocente. Yo no maté a Bárbara ni mucho
menos a esos cuatro idiotas. Juro que probaré a todos que no soy un
criminal y encontraré a la persona que asesinó a Bárbara. Eso es lo
mínimo que puedo hacer por ella. Ya se arruinó mi sueño de mantener una
vida tranquila y desapercibida dentro de la universidad... ¡Pero no pienso
pasar el resto de mi vida en prisión!
Se levantó y se quitó el uniforme para limpiar sus manos con la
prenda, luego la arrojó al basurero. Por suerte no llegó a mancharse la
remera negra que llevaba bajo su camisa. Caminó rápidamente hasta llegar
a una zona de tiendas de aparatos tecnológicos, y entró apresurado a un
local pequeño. En el interior de la tienda se encontraba sentado detrás del
mostrador un joven recepcionista. Este llevaba un quepis negro, ropa
oscura, y estaba bastante en fuera de forma. El sujeto tenía una expresión de
aburrimiento y desinterés, eso mientras leía las páginas holográficas de un
comic digital y bebía un refresco de naranja.
Había pantallas encendidas por las paredes de la tienda, y
proyectores holográficos que transmitían cosas diferentes; encuentros
deportivos, películas, videos musicales y canales de noticias. Morgan
ingresó tímidamente dando algunos pasos. Una vez que la puerta del local
se había cerrado detrás de él, avanzó agachando la cabeza, y dijo: disculpe,
¿puedo usar su baño?
—Adelante —expresó el encargado, quien prácticamente lo ignoró
con la mirada cubierta bajo el quepis. Este simplemente se limitó a hojear
las páginas de su comic holográfico.
—Muchas gracias —respondió Morgan mientras iba apresurado al
baño.
Dentro del local había otro cliente, quien miraba entusiasmado los
artefactos de los estantes. El joven tenía diecisiete años, llevaba un
uniforme azul marino de la universidad Doctan, y cargaba una mochila
bastante grande en su espalda. Poseía un par de lentes transparentes muy