invitó a entrar a su habitación. El cuarto estaba amueblado de forma
completamente tecnológica; parecía una especie de sala militar de
operaciones. Morgan miraba todo con la boca abierta, pero sin esperar
mucho, dijo: dime, Samuel... no quiero sonar grosero, pero... ¿Tu abuela
está ciega?
—Sí, ella perdió la visión hace un tiempo y operarla requiere mucho
dinero —respondió apenado.
—Entiendo. En verdad lo lamento.
—No te preocupes.
—Cuando salga de esta... hablaré con mi padre. De seguro él podrá
ayudarla.
—¿¡En serio!? ¡Eso me haría muy feliz!
—¡Claro, es lo mínimo que puedo hacer! ¡Sin ti yo estaría perdido!
—No es para tanto. —Samuel se rascó la nuca mostrando timidez.
Luego señaló el reloj de Morgan—. Ahora, ¿podrías volver a explicarme
sobre ese correo extraño que recibiste esta mañana?
—¡Ah!... ¡Esto! —Morgan pulsó un botón y abrió su buzón de
mensajes. Luego ingresó al último correo que le llegó—. El remitente es
anónimo. Son números de unos y ceros que no tienen sentido.
—Déjame ver.
—Toma —respondió Morgan dándole el reloj.
—Veamos. Primeramente haré una copia de seguridad de tu
dispositivo a mi computadora. —Samuel encendió el holograma de su
ordenador y la del reloj—. ¡Listo!
En el aire se veía cómo los archivos se transferían a la computadora.
—Ahora pausaré tu historial de ubicaciones y la modificaré para que
no puedan rastrearte.
—¡¿En serio?! ¿Puedes hacer eso?
—Claro que sí ¡Será pan comido!
—¡Eres increíble!
—Listo... Ahora usaré un programa para desencriptar el correo que
te llegó.