—¡Es perfecta! —respondió Morgan.
—Con esto no se verá tu cabello. También tengo unos pantalones
que te podrían servir.
—¡Muchas gracias! —expresó Morgan mientras se cambiaba
apresurado.
—Dime... ¿Tienes un lugar a donde ir?
—No, como te mencioné, yo me hospedaba en la universidad Atle,
y la casa de mi padre está en Gani; jamás llegaré hasta allá sin que me
atrapen.
—Entiendo. Entonces... ¿Te parece bien si vamos a mi casa? Está a
unas diez calles de aquí.
—Me encantaría, pero ¿estás seguro? ¿No tendrás problemas con
tus padres? —preguntó Morgan preocupado.
—No te preocupes. Se divorciaron y viven en diferentes ciudades.
Cada uno formó su propia familia. —Samuel miró cabizbajo—. Mis padres
están lo más lejos posible el uno del otro, y yo vivo con mi abuela. Ninguno
de los dos puede cuidarme porque tienen que pasar más tiempo con sus
otros hijos.
—¡Oh! Lo siento —dijo Morgan sintiendo empatía.
—Pero... ¡No hay problema! ¡Vámonos de aquí antes de que sea
tarde! —expresó Samuel.
—Tienes razón, este lugar no es seguro. Salieron del baño, y en las
pantallas del local se exhibían varias fotos con el rostro de Morgan; todas
ellas con el título MORGAN CALUTI: BUSCADO.
—¡Rayos, debemos irnos! —susurró Morgan.
—¡Espera! ¡Tu ropa sucia está en el piso del baño!
—¡No hay tiempo! ¡Vámonos de aquí —contestó este en voz baja.
Ambos salieron apresurados de la tienda, pidieron un taxi e
inmediatamente fueron a la casa de Samuel. Las personas no lograron
reconocerlo gracias a la capucha.
—¡Abuela, ya llegué!
Una anciana se encontraba en la sala de la casa. Antes de subir por
las escaleras, Morgan observó cómo Samuel se acercaba a susurrarle algo a
su abuela. La mujer tocaba el rostro de su nieto. Luego de eso Samuel lo