La libre competencia es la situación económica
en que los agentes económicos pueden aplicar
las estrategias que decidan, dentro del marco de
la ley, para maximizar sus ganancias, minimizar
sus pérdidas y ganarse al público consumidor,
sin que en esto intervengan fuerzas ajenas al
propio mercado. En ese sentido, es contraria a
las regulaciones de mercado, pero también a la
existencia de monopolios.
De hecho, se trata de un concepto que
presupone un mercado transparente, honesto,
en el que los consumidores puedan informarse
respecto a la calidad y el valor de los
productos, y puedan elegir abiertamente entre
la oferta disponible qué marcas y productos
consumir.
Sin embargo, en el mundo real, los actores
económicos no siempre compiten entre sí en
términos justos y neutros.
El Estado interviene a través de restricciones,
subsidios y políticas tarifarias, o porque
algunos competidores actúan de manera desleal,
controlando un sector del mercado a su favor
(monopolios u oligopolios). Esta competencia
económica se expresa, normalmente, en los
precios de los servicios y productos.
Las fuerzas de la oferta (de los productores
y comercializadores) y la demanda (de los
consumidores) son las únicas que deben
intervenir en el mercado, de modo tal que se
establezca una situación de equilibrio entendida
como una competencia perfecta.
Los detractores del libre mercado lo acusan
de conducir a la concentración de riquezas en
pocas manos y al predominio de los actores
económicos fuertes por encima de los débiles.
Libre Competencia