En una galera en el Tíber, Safira y yo partimos rumbo al Pireo. El mar abierto sabía a
libertad. Safira, con jazmines en el cabello, compartió algunos nísperos y un jarro de agua.
Poco antes de zarpar, Cassia, angustiada, apareció en el muelle antes de partir, gritando:
“Soñé un águila rota, Roma esclava de César!”. Con un ceceo acentuado respondí:
“Sssafira me guía, adióss Cassia”. El murmullo del Tíber, las rosas y jazmines en la orilla, y
los cormoranes se despidieron de Roma y siguieron nuestra estela. Mi alma ateniense,
renació en el abrazo de Safira, mirando el horizonte.
Escribí, con el mar como testigo:
Mare susurrat, Roma frangitur,
Libertas navigat, corda vivunt.
Undae spirant, ego taceo().
() El mar susurra, Roma se quiebra,
La libertad navega, los corazones viven. Las olas respiran, yo callo.
El acónito de César mató a Lucius, el sueño de Cassia predijo la ruina, pero a mí me daba
igual... Una vez más, el amor de una mujer me dió alas para partir.
jud rampoeng
(Jud Rampoeng)
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