SUB UNO DEO

(Jud Rampoeng) #1

Capítulo 8: Veneno
De nuevo, la bruma matutina envolvía Roma en un velo de traición. Yo, Titus, cojeaba en la
Curia Hostilia, sosteniendo los pergaminos de Lucius Marcius. César, con un denario de
Júpiter en la mano, observaba mientras algunos senadores lo aclamaban. Lucius, ajustó su
toga y levantó una copa de mulsum rebosante. Un esclavo joven, con manos temblorosas,
había servido la copa, siguiendo órdenes de Gaius Vindex, un senador servil que obedecía
órdenes tácitas del César. En un momento de confusión había vertido algo de acónito,
(veneno de lobo), en la copa de vino. Su amargor quedó oculto por el dulzor. Tras apurar la
copa, Lucius colapsó, su rostro pálido, los labios azulados, murmuraron: “Muero por
cuestionar a un asesino”. Gaius, en la sombra, había actuado por mandato de César: “Que
su silencio sea una lección para los demás”.
Ese día decidí no comprar higos. Los gorriones cantaban entre malvas silvestres. Mi
juramento murió con Lucius.
Mis versos, teñidos de luto, surgieron:
Venenum lupi, Roma frangitur,
Caesar regnat, libertas cadit.
Passeres cantant, ego taceo().
(
)El veneno de lobo fluye, Roma se quiebra,
César reina, la libertad cae.
Los gorriones cantan, yo callo.
En el Foro, el sol primaveral iluminaba puestos de aceitunas, garum, y pan de cebada.
Pagué un as por aceitunas, y seguí cojeando torpe, cuando Safira apareció, su cabello con
jazmín, su perfume de mirra cortando el aire. “Titus, eres libre y yo reniego de todo amo”,
dijo, su acento sirio como un canto. “Huyamos al Pireo, donde Atenas aún respira, aquí,
podrías ser acusado de un asesinato cometido por César”... Yo palidecí tanto como el rostro
inerte de Lucius. Ceceando balbuceé: “Cessar ess peligrossso. ¡Huyamoss lo antess
possible de Roma! Sssafira, contigo, Atenass renace”.
Los rumores del culto a Astarté se apagaron por completo, su mano en la mía era mi
verdad. Los gorriones permanecieron silenciosos ese día gris, ningún perro callejero
husmeaba entre las malvas pálidas. El aire olía a muerte.
Escribí, con los jazmines como testigos:
Libertas floret, corda uniuntur,
Syria Athenas, Roma cadit.
Jasmina spirant, ego claudico().
(
)La libertad florece, los corazones se unen,
Siria y Atenas, Roma cae.
Los jazmines respiran, yo cojeo.

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