Capítulo 9: Arion
Densas nubes blancas y el sol del 60 a.C. bañaban el Pireo, donde nuestra galera atracó
tras dejar atrás Roma. Yo, Titus, cojeaba al bajar, mi corazón latía junto al murmullo del
mar. Safira, con jazmines en el cabello y su perfume de mirra, tomó mi mano y dijo: “Lucius
te bautizó como “Titus”, sin embargo, Roma quedó atrás. Aquí renacemos, tú y yo, a una
nueva vida. Eres un hombre nuevo, y yo ya no soy una esclava”.
Su acento sirio sonó como un canto. “Debes renacer con un nuevo nombre. Si me lo
permites, te llamaré Arion, el poeta que fue salvado por los delfines. Eres libre, de nuevo, en
tu propia tierra”.
Sus palabras me envolvieron como una ola y conmovieron mi alma. Acepté el nombre
elegido por Safira con humildad. Con mi habitual ceceo murmuré: “Ssafira, Arion sseré por
ti”.
Compramos uvas y melón en el mercado. Su dulce sabor borró el garum romano. Las
gaviotas volaban sobre los olivos y almendros. En el calor tibio del embarcadero vibraba la
luz helena.
Escribí, con el mar como testigo:
Θάλασσα βαπτίζει, Ἀρίων γίγνεται,
Ῥώμη λύεται, καρδίαι ζῶσιν.
Κύματα πνέουσιν, ἐγὼ σιγῶ().
()El mar bautiza, Arion nace,
Roma se deshace, los corazones viven. Las olas respiran, yo callo.
Las calles de Atenas, bajo la sombra de la Acrópolis, me llenaron de alegría. Yo, Arion,
cojeaba entre olivos, mi alma ateniense había renacido tras el terror de Corinto y esa Roma
que crecía con sangre derramada. Safira, a mi lado, partió un pastel de azafrán y miel, tan
dulce su sabor como su amor. “Arion”, dijo, tocando un jazmín, “este nombre es un lazo de
amor hacia ti, tu nuevo hogar”. Con mi ceceo respondí: “Sssafira, ssoy tuyo, libre en essta
dulce cadena”.
La brisa cálida llevaba el aroma del mar. Las gaviotas revoloteaban en el cielo azul intenso
de Atenas. Las calles de Roma y sus lamentables juegos de poder, su violencia y su Dios
Júpiter, malentendido y manipulado, quedaban atrás, afortunadamente. El apogeo de César
era ya una pesadilla lejana, un ensueño del que ya había despertado junto a Safira.
Escribí, con los olivos como testigos:
Ἀρίων χαίρει, Ἀθῆναι πνέουσιν,
Ἔρως δουλεία, Ῥώμη πίπτει.
Ἐλαῖαι πνέουσιν, ἐγὼ χωλεύω().
()Arion se alegra, Atenas respira,
soy esclavo del amor, Roma se apaga.
jud rampoeng
(Jud Rampoeng)
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