El Mundo - 18.03.2020

(sharon) #1

EL MUNDO. MIÉRCOLES 18 DE MARZO DE 2020
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P R I M E R P L A N O
i

JAIME RODRÍGUEZ
En El Atazar, uno de los municipios
más pequeños de la Comunidad de
Madrid (80 habitantes), el domingo
aparecieron dos vallas cortando la
entrada y la salida del pueblo. Al-
guien las colocó para evitar la temi-
da invasión de la metrópolis. «Aquí
no se mueve un alma, pero bueno.
Mejor siempre tomar precauciones,
que el fin de semana sí que asomó
más de uno...», contaba ayer tarde
desde allí Isidoro, confirmando que
por la ventana no ve a nadie.
La tormenta del coronavirus tiene
al país del revés. La ciudad da repe-
lús y el mundo rural atrae. En los ca-
ros pisos del centro de las capitales,
el personal –por culpa del confina-
miento– araña ya las paredes, fanta-
seando con la casa del pueblo de los
abuelos. Esa misma que no pisan
desde hace años, porque en verano
prefieren las playas de Ibiza al calu-
roso campo. Y allí, donde falta de to-
do habitualmente, donde hasta se
originó un lema desesperado para
intentar sobrevivir (la España vacía),
ahora no se quiere a nadie. A nadie
urbanita, se entiende, por el riesgo

al contagio. Una paradoja social, co-
sas de esta crisis insólita.
«A un par les tuve que dar el alto
el sábado. Por ahí paseando que an-
daban, tan tranquilos. ‘Pero mucha-
cho, ¿tú no sabes la que tenemos en-
cima?’, les dije». El parte lo ofrece
Pedro Chapinal desde Santa María
de los Caballeros, coqueto pueblo a
las faldas de la Sierra de Gredos, en
la carretera hacia El Barco de Ávila.
Es el alcalde y habla con la autoridad
que le dan los últimos resultados de
las municipales. De 45 votos, 44 fue-
ron para él. Todo un récord electoral.
En una de sus pedanías, Los Cuar-
tos, hubo visitantes indeseados este
pasado fin de semana, procedentes
de Madrid. «Aquí, los veintipocos ve-
cinos que viven en invierno son ma-
yores, y el virus podría causar estra-
gos. Hay que tener cabeza», recuer-
da a los incautos capitalinos.
Según ha avanzado la semana, ba-
jo el estado de alarma, la España in-
terior se ha ido apagando un poqui-
to más de lo normal. Ancianos al
brasero, consultorios médicos y ba-
res clausurados, iglesias sin misas...
También los negocios. «He cerrado

mi empresa de morcillas. Son las
que se sirven en Landa, el famoso
hotel de Burgos», lamenta Inés Za-
morano desde Los Balbases, en la
ruta hacia la ciudad castellana. Un
bando de su alcaldía exigió a los no
residentes que regresaran de inme-
diato a sus domicilios habituales. No
eran bienvenidos bajo las extrañas
circunstancias actuales.
Han brotado más gritos de adver-
tencia en otros lugares.
En los primeros días de
alarma, el sábado y el
domingo, muchos huye-
ron de las urbes buscan-
do aire limpio. Fue un
goteo peligroso, pero
alejado de las escenas de
los destinos playeros,
con terrazas abarrotadas
y turistas acudiendo a
los ayuntamientos para
pedir actividades infanti-
les –eso ocurrió en Co-
millas–. En los pueblos
hubo de todo, desde ma-
trimonios jubilados que
se refugiaron discreta-
mente en sus segundos
domicilios hasta público
más joven que llegó con
otro espíritu. La autori-
dad tuvo que abortar
barbacoas y cumpleaños
en marcha. «Nosotros
cerramos a las visitas la
residencia de ancianos
la semana anterior, nos
adelantamos un poco.
Después ha venido poca
gente, la mayoría muy
responsable. Y el que no
lo ha sido, se le dijo y se volvió a Ma-
drid rápido», relata Julián Calzas
desde Alcollarín, en el centro de Ex-

tremadura. Allí no ha faltado alguna
mala cara a los recién llegados, so-
bre todo a quien en vez de enclaus-
trarse en casa, se tomó la emergen-
cia con tono festivo. Incluso salió un
bando desde el Ayuntamiento pi-
diendo 72 horas de reclusión forza-
da a los que venían de fuera.
En una localidad vecina, Zorita, la
bronca la montaron el martes un par
de comerciantes enfadados por no

poder levantar su tenderete, al ser
cancelado el mercadillo. Desde allí,
Juan Francisco Ciudad, el regidor,

deja una particular reflexión socioló-
gica: «Cuando la gente ve la cosa fas-
tidiada, siente que en su tierra está
más seguro. Pero ahora no es el mo-
mento». Los mensajes se repiten en
el repaso por la España olvidada, te-
merosa de que la pandemia que ma-
chaca a las ciudades irrumpa en sus
rincones y cause estragos entre una
población de máximo riesgo.
Desde Torrijas, al sur de Teruel y
con 38 habitantes, su alcalde es con-
tundente: «En estos momentos que-
remos seguir vaciados. Que venga la
gente después, cuando esto levante,
pero ahora que dejen tranquilos a
pueblos así, por favor», pide Jorge
García, atareado más que nunca en-
tre el consistorio y las labores del

campo. Hay que echar de comer a
los animales, una razón más que
justificada ante la autoridad. Por los
caminos del país, el Seprona tiene
órdenes de vigilar los movimientos.
Como en la ciudad, sólo está permi-
tido desplazarse al lugar de trabajo.
Aunque quedan zonas grises bajo la
regulación del estado de alarma.
Dudas y picaresca. «Hoy hemos
mandado a su casa a una pareja que
iba a la huerta a recoger ‘alimentos’,
nos han dicho. Pero eso no
sirve, porque la huerta la
tienen de ocio, que lo sabe-
mos, no para alimentarse.
Así que, nada, no se pue-
de», explicaba ayer desde
Extremadura un agente
del servicio de protección
de la naturaleza de la
Guardia Civil.
Un compañero de Tráfi-
co hacía la foto del apagón,
aburrido su control en el
centro de otro pueblito. «Ni
10 coches habrán pasado
en toda la mañana». La
Nacional V ha bajado un
40% su circulación. «Sólo
se mueven mercancías»,
apunta. La gente va con-
cienciándose, pegados la
mayoría a la televisión.
«Nuestros mayores pasa-
ron una guerra y una pos-
guerra. Esto no es nada pa-
ra ellos. Lo llevan con re-
signación y disciplina»,
detalla Carmen Civera, al-
caldesa de Abejuela (49 ve-
cinos), en Teruel. Allí, en
medio de las curvas, tam-
poco faltan los gestos soli-
darios. La casa rural El Frontón ha
ofrecido sus camas a la Junta de Ara-
gón, en caso de desborde sanitario.

La España vacía


quiere (ahora)


seguir estándolo


El mundo rural sufre el virus entre el miedo por


sus mayores y las malas caras a los visitantes


Bando municipal con medidas de protección contra el coronavirus en Mirones, Cantabria. DAVID S. BUSTAMANTE


COVID-19 EL MUNDO RURAL


Se lanzaron bandos
exigiendo 72 horas
de reclusión absoluta
a los visitantes

Agentes del Seprona
vigilan los caminos:
«A la huerta por ocio
tampoco se puede ir»

Bando en Los Balbases (Burgos) contra los visitantes. EM

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