El Mundo - 18.03.2020

(sharon) #1

EL MUNDO. MIÉRCOLES 18 DE MARZO DE 2020
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OTRAS VOCES


LO QUE está sucediendo estos días en el planeta
Tierra, en el cual vive la humanidad desde hace mi-
llones de años, es sin duda algo insólito, aunque
haya habido anteriormente otras pandemias pero
de menos alcance que ésta. Porque todavía no so-
mos capaces de imaginar las consecuencias que
puede comportar para los diferentes países afecta-
dos, pero pueden ser gravísimas. Ciertamente, no
se está reaccionando en todos los países de forma
igual. En unos, en los que dicen que se están po-
niendo los medios adecuados, podría ser que por el
momento la pandemia parezca que está controla-
da. En otros países parece que no se lo estén to-
mando en serio y no hacen gran cosa para detener-
lo. En alguno, por el contrario, se están adoptando
toda serie de medidas pero ya es, como en España,
demasiado tarde, sin que sepamos adónde vamos
a llegar y si se podrá parar.
Sea lo que sea, como es lógico, no voy a agotar el
catálogo posible de ejemplos existentes. Me voy a li-
mitar únicamente a un análisis jurídico-político de lo
que está sucediendo en nuestro territorio, visto des-
de una óptica general. Distingamos así la perspecti-
va científica de la jurídica, pero en cuanto a la prime-
ra nuestros últimos gobiernos han dejado la investi-
gación en una situación lamentable. Además, en el
campo de la ciencia lo que impera es la ley de la se-
rendipia, es decir, aunque se dedicasen todos los la-
boratorios del mundo a buscar un remedio contra el
coronavirus, no se garantizaría que se encontrase el
antiviral adecuado a este caso. La serendipia signifi-
ca que, con mayor o menor frecuencia, ocurre que
buscando una cosa encuentras otra tan valiosa o más
que la que perseguías, como le ocurrió a Fleming con
la penicilina. En cualquier caso, es cierto que en la
actualidad hay diversos
grupos de investigado-
res tanto en China como
en varios países de Eu-
ropa –incluido España–
que son muy optimistas
con respecto a los resul-
tados, que esperan sean
favorables.
Ahora bien, es claro que un hecho como éste no
parece que se haya dado anteriormente en el mun-
do con estas dimensiones. Por lo demás, es cierto
que se conocen de siempre medidas de aislamiento
para pacientes con enfermedades transmisibles, pe-
ro siempre se trataba de casos aislados, como la tu-
berculosis en individuos o grupos de personas que
fueron contagiados y convenía aislarlos hasta su cu-
ración. Pero una pandemia de este tipo, que afecta a
gente de cualquier país, de cualquier sexo y, sobre

todo, de una especial edad, es algo tenebroso, algo
que asusta no solo por lo que ya tenemos encima si-
no por lo que podría venir. Lejos estamos, pues, de
las enfermedades románticas como la tuberculosis,
a las que pertenecieron poetas extraordinarios co-
mo los españoles Vicente Aleixandre, Ángel Gonzá-
lez y otros tan importantes o más que éstos. Y entre
los extranjeros sobresalen Edgar Allan Poe, Mau-
passant o sir Walter Scott.
Pero, en fin, si los rasgos de estas nuevas enferme-
dades se agudizan, cabe sostener que estamos en-
trando en una nueva civilización en donde, de creer
al presidente francés, Emmanuel Macron, la sociabi-
lidad será mínima, con todas las consecuencias que
eso conlleva. Dejo, pues, el terreno científico para
adentrarme en el puramente jurídico. En este senti-
do, lo primero que habría que afirmar es que la Ley
Orgánica 4/1981 de 1 de junio, sobre los estados de
alarma, excepción y sitio es una estupenda ley que se
debía, como señalé en su momento, haber aplicado
en Cataluña, después de los actos inconstitucionales
del 5 y 7 de septiembre de 2017, en lugar del artícu-
lo 155 de la Constitución, que no está para ese su-
puesto. En efecto, el artículo 32 de dicha ley, que re-
gula el estado de sitio, dice así: «Cuando se produz-
ca o amenace producirse una insurrección o acto de
fuerza contra la soberanía o independencia de Espa-
ña, su integridad territorial o el ordenamiento cons-
titucional, que no pueda resolverse por otros medios,
el Gobierno, de conformidad con lo dispuesto en el
apartado 4 del artículo 116 de la Constitución, podrá
proponer al Congreso
de los Diputados la de-
claración de estado de
sitio».
En otras palabras, si
se hubiese aplicado es-
te artículo, que entra
en este supuesto como
si fuese un guante, no
hubiera habido golpe
de Estado y Cataluña
estaría hoy más tran-
quila. Pero sabemos
que los españoles y, es-
pecialmente, los nacio-
nalistas catalanes,
sienten urticaria cuan-
do se aplica la ley exi-
gida. Para situarnos
otra vez frente a la ley
orgánica que regula los
supuestos señalados,
en este caso el estado
de alarma, nos hemos
enfrentado al principio
de aplicar la ley a todo
el territorio nacional
para sostener el princi-
pio de unidad de ac-
ción y no fragmentar la
intervención. El presi-
dente de la Generalitat
ya tuvo un primer en-
frentamiento con el
presidente del Gobier-
no, porque exigía que
fuese él quien llevase
la dirección en Cataluña. Como se supone que To-
rra sabe leer, entonces se supone que quiere violar
los artículos 6, 7 y 8, que señalan que el estado de
alarma es siempre declarado por el Consejo de Mi-
nistros, que será quien determine el ámbito territo-
rial, la duración y las medidas que se tomen.
Por lo demás, este Gobierno ha pecado por omi-
sión y después por acción. En primer lugar, el Go-
bierno sabía antes del día 8 que ya había enfermos
de coronavirus en España y, sin embargo, los co-
lectivos feministas se empeñaron en esa locura de
manifestación en la que se contagiaron varios cen-
tenares, según parece. Pero ahí no acaba el asun-
to sino que empieza la situación caótica que se nos
viene encima. De entrada, el presidente del Go-
bierno y el vicepresidente acudieron al Consejo de

Ministros pese a que la mujer de ambos habían da-
do positivo por coronavirus. Y ahora vamos a lo
que podríamos denominar estalinismo sanitario.
Esto es: lo más parecido al régimen estalinista o si
se quiere al régimen hitleriano, guardando las dis-
tancias, en que consiste el régimen que el Gobier-
no está implantando en España y que traerá, si du-
ra al menos un mes, consecuencias de todo tipo.
Para empezar, se ha perdido la libertad de circula-
ción y te recomiendan no salir de tu casa, Ya no
puedes ir a donde quieras y con quien quieras. Y
la violación de estas normas pueden no solo com-
portar multas, sino hasta la cárcel.

LO PEOR es que no sabemos lo que puede durar
esta situación atípica que nos ha hecho retroceder
a épocas odiosas. No tiene gracia aunque lo parez-
ca, pero los que se hallan hoy en el Gobierno, su-
primiendo todas las libertades, son precisamente
los que querían acabar con el franquismo para lo-
grar una sociedad libre y democrática. Por supues-
to, se sabe que en este caso la restricción de las li-
bertades se hace por la búsqueda de un bien mejor
y que afecta a todos los ciudadanos. En este senti-
do, toda la sociedad debe estar agradecida a un
personal sanitario que está sufriendo más que los
pacientes. Pero lo terrible de la situación que atra-
vesamos es que ignoramos si después de que pase
algún tiempo, que no sabemos si será corto o largo,
habremos conseguido mejorar la sociedad.
Por una parte, los efectos económicos de la falta de

libertades suponemos que serán mucho peores que
la actual circunstancia sanitaria, porque cambiare-
moss el virus actual por otro que tal vez sea peor: el
virus del desempleo. Me supongo que vamos a asis-
tir a todo tipo de arbitrariedades, porque es lo que
ocurre cuando se concentra demasiado el poder.
Además, sin que podamos afirmar que empiezan a
disminuir los contagiados o incluso el número de
muertos. Ciertamente, no creo que este Gobierno lo
esté haciendo bien. Pero, al menos, hay que conso-
larse pensando en el caso de un pueblo de Italia, que
se niega a que desaparezca su periódico local de to-
da la vida. Hace un año publicaba una sola página de
esquelas. Ahora publica diez.

Jorge de Esteban es catedrático de Derecho Constitucional.

El Gobierno de España,
a la hora de afrontar esta
emergencia, ha pecado por
omisión y después por acción

JAVIER OLIVARES

El autor considera


que las consecuencias de la pandemia


en España sin imprevisibles y analiza


las consecuencias jurídico-políticas


de la aplicación del decreto del estado


de alarma aprobado por el Gobierno.


TRIBUNA iPOLÍTICA


El estado de


alarma y el


coronavirus


JORGE DE ESTEBAN

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