Expansión - 18.03.2020

(Axel Boer) #1

Opinión


46 ExpansiónMiércoles 18 marzo 2020

E


l Real Decreto que declara
el estado de alarma suspen-
de los plazos procesales y
administrativos, y también “los
plazos de prescripción y caduci-
dad”, mientras dure el estado de
alarma, lo que plantea la duda de si
afecta a los plazos de los contratos.
No creo que sea así, pues se refiere
a plazos legales y no parece que
una norma excepcional se pueda
aplicar por analogía a los plazos de
los contratos. Además, el Real De-
creto podía haberlo establecido así
y no lo ha hecho.
Eso no quiere decir que la situa-
ción de epidemia y el estado de
alarma no afecten a las obligacio-
nes contractuales. Hay que partir
de que se sigue aplicando el princi-
pio pacta sunt servanda, que obliga
al cumplimiento de lo pactado (art.
1094 del Código Civil) y a indemni-
zar los daños causados por el in-
cumplimiento (art. 1101).
Sin embargo, habrá otros efec-
tos. El principio pacta sunt ser-
vanda tiene su lími-
te en los supuestos
de caso fortuito y
fuerza mayor, y en la
doctrina jurispru-
dencial de la cláusu-
la rebus sic stantibus
(“estando igual las
cosas”). Se considera que esta
cláusula está implícita en todos
los contratos y supone que un
cambio totalmente imprevisible
en las circunstancias tenidas en
cuenta al contratar impone la mo-
dificación o extinción de las obli-
gaciones.
No hay ninguna duda que la si-
tuación de epidemia actual es un
acontecimiento absolutamente
imprevisible para las partes, pero
eso no basta para aplicar los efectos
modificativos del caso fortuito o la
cláusula rebus.
En primer lugar porque hay que
atender preferentemente a lo que
determine la ley o el contrato, que
puede haber atribuido el riesgo a
una de las partes aún para los su-
puestos imprevisibles e inevita-
bles, que habrán de prevalecer.
En segundo lugar, tiene que
existir una causalidad directa en-
tre esa circunstancia imprevisible
y el incumplimiento. Como señala
el Tribunal Supremo, “para apre-
ciar la imposibilidad de cumpli-
miento que libera al deudor, se
exige que éste observe la debida
diligencia haciendo todo lo posi-
ble para vencer la imposibilidad”.
En la situación actual habrá casos
muy distintos. En algunos, el in-
cumplimiento será inevitable y
derivado directamente del estado
de alarma, en otros (por ejemplo,
la entrega de un programa infor-

mático) no está nada claro que
pueda ampararse en la epidemia
para incumplir.
Finalmente, hay que tener en
cuenta que los efectos del caso for-
tuito, fuerza mayor o cláusula re-
bus han de ser proporcionados a la
situación. Se trata de flexibilizar el
cumplimiento, no necesariamente
de extinguir las relaciones jurídi-
cas. No hay que olvidar que el fun-
damento de esta doctrina es la bue-
na fe, y por tanto se trata de reequi-
librar las obligaciones, y sólo en ca-
so de imposibilidad se podrá resol-
ver el contrato.

Alargar el plazo
Por ello, en muchos supuestos la
modificación debe consistir en
alargar el plazo de cumplimiento
por la duración del estado de alar-
ma, o por una inferior o superior
según los casos (pensemos en la
falta de suministros de piezas que
puedan retrasarse más). En todos
ellos, el retraso no podrá dar lugar
ni a la resolución del contrato ni a
la exigencia de daños y perjuicios.
Para otras obligaciones, el estado
de alarma implicará una imposibi-
lidad de cumplir, y de nuevo las
consecuencias dependerán de lo

pactado: por ejemplo, hay reservas
de vuelos o viajes en las que no se
podrá reclamar, porque el riesgo
de cambio o cancelación para cual-
quier supuesto está claramente
asignado. En los demás casos, la
buena fe puede obligar a adaptar la
prestación a la nueva circunstan-
cia.
Cada caso es distinto, pero quizá
se pueden dar unos consejos gene-
rales de actuación. Lo primero es
examinar cuidadosamente las con-
diciones del contrato para ver si se
asignan los riesgos a alguna de las
partes. En el caso de contratación
en masa, hay que tener en cuenta
que es nula la renuncia a derechos
reconocidos por Ley a los consu-
midores, y que las demás renun-
cias están sujetas a examen de abu-
sividad.
En segundo lugar, la buena fe
exige advertir a la otra parte si se
prevé cualquier dificultad para
cumplir, y tratar de pactar de ma-
nera amistosa la prórroga, modifi-
cación o resolución. Si esto no es
posible, conviene tomar todas las
medidas para tratar de cumplir lo
pactado, y guardar las pruebas de
ello. Para evitar las incertidumbres
y litigios, el legislador tendrá que
intervenir modificando elementos
de algunos contratos, como se ha
hecho con los préstamos hipoteca-
rios.

L


a solidaridad entre ciudadanos no está ni en crisis
ni en cuarentena. La solidaridad activa entre espa-
ñoles está funcionando a todo pulmón, sin virus al-
guno que la pare, sin restricciones, sin demora. Es la gran-
deza de esos gestos que se producen cotidianamente y en
los que no reparamos cuando no tenemos necesidad de
ellos. Es la grandeza de “lo pequeño”, aquello que nos re-
concilia con lo mejor del ser humano.
Estos días son especialmente proclives para la espe-
ranza humana. Son días duros para todos en los que ape-
nas si reparamos en el trabajo sacrificado y altruista que
desarrollan centenares de miles de nuestros conciudada-
nos para que nuestra vida, en casa, sea más llevadera.
Contigo están los artistas plásticos, los músicos, los ac-
tores... que ofrecen a través de aplicaciones gratuitas su
obra para entretenernos y mantenernos unidos y conec-
tados con otros ciudadanos.
Contigo están las redes de bibliotecas,
las librerías, los museos... que se ponen a
nuestros servicio para visitas virtuales o
para entregas a domicilio. Para nosotros
y para nuestros niños, para que no les fal-
te un libro, un puzzle, una actividad crea-
tiva con la que llenar este espacio nuevo
que les ha brindado el hecho de que los
colegios hayan cerrado.
Contigo están las personas –muchas, chavales– que de
forma organizada y segura se ofrecen a través de las re-
des, en los barrios, a través de Cáritas y otras ONG, para
atender domiciliariamente a personas que lo necesiten.
Contigo está ese vecino o vecina con quien apenas has
cruzado un saludo en la escalera o el barrio, y que sabien-
do que estás solo ha dejado un papel en tu puerta ofre-
ciéndose para traerte comida, medicinas, lo que necesi-
tes...
Contigo está el pescadero, el carnicero, el que te atien-
de en la tienda pequeña de la esquina, el que te recoge en
taxi si lo llamas para ir al centro sanitario o a hacer la com-
pra, el agricultor que sigue sembrando o recogiendo la
cosecha para que mañana esté en tu tienda habitual, el
que recoge la basura después de que la hayas depositado
en el contenedor, el que barre e higieniza las calles por
donde saldrás a pasear al perro o te acercarás a tu centro
de trabajo, o a la farmacia...

Contigo está el transportista que se pasa el día en las ca-
rreteras para acercarte los productos hasta tu mesa; el
que trabaja en la radio y te informa en tiempo real de todo
lo que ocurre... o te ameniza la tarde o la mañana con
otras cosas agradables que también pasan en el mundo.
El que selecciona la música, el que te cuenta los chistes
desde las ondas, el que te ayuda a sentirte acompañado.
Contigo está la enfermera que sale cada mañana de su
casa dándole un beso a sus hijos o a su pareja o cerrando
la casa vacía y se va a cuidar de los tuyos al hospital o al
centro de salud en que trabaja. Contigo está la doctora
que, entre guardia y guardia, graba un vídeo en el que te
da las gracias por algo tan sencillo como quedarte en casa.

Los valores de la sociedad
Es en los momentos duros cuando se pone de manifiesto
el cuajo cívico y los valores de la sociedad. Los países no
son sólo ni esencialmente números, entes abstractos,
símbolos, banderas... Lo que hace grande a una Nación es
el nivel de humanidad con el que se comportan sus ciuda-
danos. Formar parte de una comunidad es algo positivo.
Los españoles lo han demostrado muchas veces y hoy
también están preparados para asumir decisiones difíci-
les, para hacer sacrificios, para luchar
por todo aquello que aman. Es el mo-
mento de recordarnos a nosotros mis-
mos que somos mejores de lo que pensa-
mos aunque a veces parezca que lo he-
mos olvidado. Somos el mismo pueblo
que celebra las victorias de la Selección,
de Nadal, de nuestras chicas futbolistas,
de nuestros atletas... Somos el mismo
pueblo que se emociona con un paso de Semana Santa, o
con una saeta, o con una canción de la tuna... Somos el
mismo pueblo que disfruta escuchando una jota, o una
sardana, o unas bulerías, o unas palmas...
Podemos aprender de todo: datos, cifras, retórica, es-
trategia, táctica... pero no se aprende humanidad. Huma-
nidad es lo que mostramos cuando salimos a la ventana o
al balcón cada noche y aplaudimos, y encendemos la lin-
terna del móvil, y hacemos sonar una canción o un himno
o agitamos una bandera. Salimos al balcón a reencontrar-
nos, a sabernos unidos, a sabernos parte de una hermosa
realidad que se llama España; salimos para decirle a todos
nuestros conciudadanos que estamos con ellos y que sa-
bemos que ellos están con nosotros.
“...Nosotros pocos, nosotros los pocos felices, nosotros
banda de hermanos...” ( Shakespeare, Enrique VI) ...No-
sotros, banda de hermanos, merecemos tener esperanza,
merecemos ganar.

Contigo


Para evitar las incertidumbres
y litigios, el legislador tendrá
que intervenir modificando
elementos de algunos contratos

La pandemia y su efecto


sobre los contratos


Hay Derecho

Salimos al balcón para decirle a todos nuestros conciudadanos que estamos con ellos y que sabemos que están con nosotros.

Segismundo
Álvarez

Rosa
Díez

Lo que hace grande
a una nación es el
nivel de humanidad
con que actúan sus
ciudadanos

Efe
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