El Financiero - 03.04.2020

(Jacob Rumans) #1

EnfoquEs Viernes 3 de Abril de 2020 EL FINANCIERO 27


Marieclaire Acosta es hija de padres
mexicanos por nacimiento y nieta
de diplomáticos. Su padre nació en
París, pero lo registraron en el con-
sulado, donde trabajaba su abuelo
paterno. Su madre nació en la em-
bajada de México en Bogotá cuando
su abuelo materno era embajador
de México en Colombia. Su carre-
ra diplomática terminó en España,
durante la guerra civil.
“La guerra civil estuvo muy pre-
sente en mi infancia. Mi abuela
materna, una enfermera inglesa,
se fue a trabajar con el Socorro Rojo
y apoyó la causa sanitaria del lado
republicano mientras se recibían
refugiados en la embajada. Cuando
lo pienso retrospectivamente, me
queda claro porqué me incliné hacia
los derechos humanos”.
La abuela inglesa tenía un claro
sentido de la historia y lo registraba
todo. A escondidas, les leía a sus
nietos sus memorias de la guerra.
Las madres preferían olvidar todo
aquello.
“Un día, mi padre decidió que es-
taba bueno de tanto internacionalis-
mo, de que fuéramos tan diferentes
del resto, y nos cambió de escuela. A
los 11 años tuve que reinventar mi
identidad y hacerme plenamente
mexicana, con algunas dificultades
(la sacaron de una escuela bilingüe)
porque me manejaba mejor en el
inglés. Como había sido educada
en un sistema pedagógico diferente,
fui objeto de burlas por parte de mis
compañeros y de algunos profeso-
res”. La güera atarantada, le decía
la maestra de gimnasia.
Eso, y sobre todo y el balazo
accidental que recibió uno de sus
hermanos, que vivió de milagro,
traumatizaron a la niña y provo-
caron que su adolescencia fuera
“particularmente atormentada”.
Así, la Universidad Nacional fue
“como tierra prometida”. “La UNAM
es el crisol de la nación. Yo era como
todos. Además, en los 60 había una
mística nacionalista. Para mi familia
era importantísimo devolverle al
país lo que el país te había dado”.
Acosta se casó temprano, en sus
veintes, y se integró como asistente
de investigación al Colegio de Méxi-
co, con Rafael Segovia, su mentor.
Segovia había emprendido una
investigación sobre la forma en la
que los niños adquirían la cultura
política. “Veías en sus respuestas
el impacto del 68 y de la violencia”.
Ella había participado en el mo-
vimiento estudiantil en tareas de
apoyo. Escondió a dirigentes, ofre-
ció información a la prensa interna-
cional, “hice trabajo de derechos
humanos, sin saberlo”.
En la universidad de Essex, donde
estudió la maestría, Acosta conoció
a Carlos Monsiváis, profesor invita-
do del Departamento de Literatura.
“Lo frecuentaba en su cubículo. Él
estaba muy solo, muy lastimado.
Y yo también. Hablábamos mu-

mariclaire acosta / ExpErtA En dErEchos humAnos


“la crisis en


DH que aHora


vivimos, nunca


la imaginé”


IlustrAcIón: IsmAEl AngElEs

maría
scherer
ibarra
@scherermar

cho del movimiento estudiantil y
su aplastamiento”.
En Inglaterra, Acosta contactó por
primera vez a activistas de Amnistía
Internacional. El agregado cultural
de la Embajada de México, Hugo
Gutiérrez Vega, le presentó a los ac-
tivistas que buscaban información
sobre presos políticos en México
para instrumentar campañas de de-
fensa y lograr su salida de prisión.
“Me provocó un impacto muy fuerte
pensar que había gente en Inglate-
rra preocupada por los prisioneros y
que se podía apelar a la solidaridad
internacional”.
En México, la expresidenta de Co-
mité de Participación Ciudadana del
Sistema Nacional Anticorrupción se
integró a Aministía Internacional
México, que recién se había fun-
dado. Desde ahí, se involucró en
la búsqueda de compañeros suyos
desaparecidos en el cono sur, en

Chile y Argentina principalmente.
AI fue solidaria con miles de
exiliados políticos que llegaban
a México, recopiló sus historias,
apoyó a los refugiados y se acercó
discretamente a las víctimas mexi-
canas, “violando la propia norma-
tiva de Amnistía internacional, la
verdad, porque mi gran objetivo
en esa época (como presidenta de
la organización), era lograr que nos
ocupáramos de nuestro país. Se for-
mó una pequeña masa crítica que
permitió que se abriera una rendija
y que la organización se ocupara del
caso mexicano”.
A finales de los 70, Acosta volvió
a la universidad, aunque había
abandonado cualquier pretensión
de hacer una carrera académica. Lo
suyo era el campo de batalla.
Unos años adelante, Rodolfo
Stavenhagen –que había sido su
profesor y durante la guerra sucia

“Trato de mirar de
frente el horror y no
sé cómo vamos a
salir de esto”

fue de los contados intelectuales
mexicanos que apoyó abiertamiente
a AI– le advirtió que perdía su tiem-
po en la UNAM, que se dedicara por
completo a los derechos humanos.
“Así surgió la Academia Mexicana
de Derechos Humanos”, auspiciada
por la Fundación Ford. En 1988,
dejó la academia para fundar la
Comisión Mexicana de Defensa y
Promoción de los Derechos Huma-
nos, que llevó el primer informe a la
Comisión Interamericana sobre las
atrocidades cometidas por el Estado
mexicano en Chiapas, durante el
levantamiento zapatista.
Acosta militó en el PRD, pero la
cansó la vida partidista. Apoyó a Vi-
cente Fox, sin embargo, a cambio de
que éste, como presidente, ratificara
todos los tratados internacionales
en materia de derechos humanos.
“Eran los tiempos de las atrocidades
de Chiapas, de Acteal, El Charco,
Aguas Blancas y era evidente que se
necesitaba echar mano del sistema
internacional de derechos huma-
nos y abrir este país al escrutinio
internacional”.
Una vez formado el gobierno,
Acosta fue parte del equipo de Jor-
ge Castañeda en la Cancillería. “Y
por supuesto, me expulsaron del
paraíso algunos izquierdistas. Fue
durísimo porque tenía al PRI y al
PRD en contra y el PAN tampoco
estaba muy convencido del tema.
Con todo, creo que lo más impor-
tante que logré fue abrir el país al
escutinio internacional en materia
de derechos humanos. Lo que nunca
imaginé fue que viviéramos la crisis
de derechos humanos que estamos
viviendo”.
En su consultoría, Acosta trabajó
y estudió la política de drogas del
gobierno de Calderón. Luego fue
invitada a la OEA por el entonces
secretario general José Miguel
Insulza.
La presidenta del consejo de di-
rectores de Justica Transicional MX
y autora de La impunidad crónica
de México: una aproximación des-
de los derechos humanos, lamenta
que tras una vida fortaleciendo los
derechos humanos, se haya venido
todo abajo después de desgracias
como la guerra contra las drogas o
la desaparición de los normalistas
de Ayotzinapa. “Lo que ha pasado
es brutal”.
“Trato de mirar de frente el ho-
rror, y la verdad no sé cómo vamos
a salir de esto. Desgraciadamente,
con este gobierno tampoco hemos
tenido mucho intercambio o interés.
Está todo cuesta arriba. Este país
esta corrompido hasta la médula”.
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