LIBRO DE LA SALUD CARDIOVASCULAR
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cuando supera los 4 cm de diámetro en el tórax y los 3 cm
en el abdomen. Estas dilataciones patológicas se denomi-
nan aneurismas de aorta. Su frecuencia es creciente con la
edad, y es excepcional en la población inferior a 50 años.
Pueden llegar a detectarse en el 18% de los pacientes varo-
nes mayores de 75 años, y se localizan con mayor frecuen-
cia en la aorta abdominal que en la torácica, aunque no es
infrecuente que se diagnostiquen en ambas localizaciones
simultáneamente.
Existe una predisposición genética a desarrollar un
aneurisma aórtico. Se ha comprobado que la frecuencia de
aneurisma en familiares de primer grado de un paciente
portador de un aneurisma aórtico se sitúa en el 11-30%,
cuando lo esperable para la población general de la misma
edad y sin antecedentes de aneurisma es del 2-3%. Por
ello, los familiares de primer grado deben ser evalua-
dos de forma exhaustiva para detectar precozmente la
enfermedad.
La destrucción de la estructura elástica de la aorta
es un fenómeno irreversible que conduce a su dilata-
ción progresiva. Por un fenómeno físico (cuya expresión
práctica más común es la dilatación progresiva que ocu-
rre en un globo de goma), la tensión que soporta la pared
de esta arteria se incrementa enormemente a medida
que aumenta el diámetro de la dilatación. Una vez que se
supera la resistencia de la pared de la aorta, se produce su
rotura y, generalmente, una pérdida masiva de la sangre
que circula por su interior. Este riesgo puede ocasionar una
hemorragia interna grave que requerirá una intervención
de emergencia para evitar la muerte. No obstante, existen
otros factores biológicos, y no sólo físicos, importantes para
desencadenar la ruptura. Ello explica que, excepcional-
mente, se produzca la rotura del aneurisma en dilataciones
de diámetro pequeño, o que algunos aneurismas de gran
diámetro permanezcan intactos durante años. En la mayo-
ría de los casos, la dilatación cursa de modo lentamente
progresivo, de tal manera que, una vez diagnosticado el
aneurisma, puede iniciarse un programa de seguimiento
y control, o bien realizarse una intervención de forma pro-
gramada para corregirlo.
Sintomatología
Más del 80% de los pacientes portadores de un aneurisma
en la aorta torácica o abdominal carecen de síntomas que
pudieran hacer sospechar la presencia de la enfermedad.
El diagnóstico se lleva a cabo en una exploración abdo-
minal rutinaria, generalmente indicada para evaluar otra
patología. No es infrecuente encontrar un aneurisma de
la aorta torácica al realizar una radiografía de tórax
de rutina, o un aneurisma de la aorta abdominal en una
ecografía para evaluar un problema prostático, digestivo
o de otro tipo.
En muchos pacientes, la única sintomatología detec-
table consiste en la presencia de dolor a la altura de las
vértebras dorsales o lumbares, generalmente de larga
evolución y que con frecuencia se atribuye a una pato-
logía de la columna. En algunas ocasiones, y debido a la
existencia de cierta cantidad de trombo dentro del aneu-
risma, puede producirse una embolia en las extremidades
inferiores por la fragmentación de ese trombo, que se
aloja en alguna arteria que perfunda los miembros infe-
riores. En esta situación, el paciente sufrirá una supresión
brusca del riego sanguíneo en una o las dos piernas, con
los correspondientes síntomas de dolor, palidez, dificul-
tad para la deambulación y alteraciones de la sensibilidad
de la extremidad. En ocasiones más raras, el aneurisma
puede afectar a estructuras vecinas, como sucede en el
caso de los aneurismas de la aorta torácica, que pueden
FIGURA 1. Anatomía de la aorta
Arco aórtico
Aorta ascendente Aorta torácica
descendente
Aorta abdominal
en su segmento visceral
Aorta abdominal
infrarrenal
Arterias ilíacas