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La temporada escolar tuvo su reinicio poco después. El pequeño estudiante
asistía a un colegio público, pese a los intentos de sus padres para que lo admitieran
en Las Palmeras Inmaculadas. Aquel colegio femenino estaba restringido a chicas,
para sorpresa y decepción de padres e hijo.
Sin apenas dificultad, Roberto se adaptó a la pluralidad étnica y axiológica que
encontraba en su escuela. No obstante, aún desconfiaba un poco del caníbal del
Amazonas que se sentaba en la última fila.
—Buenos días —saludó la señorita Soler al entrar—. Este nuevo curso va a ser
exactamente igual que el anterior. Leeré el libro en voz alta y vosotros
memorizaréis. El espíritu crítico está muy bien, siempre que sea en casa, con
vuestros padres y...
—¡Seño! —La chivata de la clase, una chica filipina, levantó la mano.
—¿Algún motivo para interrumpirme, Cristina?
—El caníbal está mordiendo a Julia.
Nuestro protagonista y los demás integrantes de la clase desviaron la mirada a la
violenta escena. Julia gritaba mientras su compañero antropófago infligía
hemorragias en su abdomen. Con una actitud ejemplar de trato equitativo, la
docente pidió a Julia que dejara de gritar, al caníbal que dejara de morder y a los
demás niños que dejaran de comportarse como niños.
Los alumnos aceptaron la lección sin rechistar, como deben hacer los menores
de edad. A Roberto le extrañó que el caníbal se comiera la carne cruda, pero podía
haber sido peor: podía haber sido él mismo su almuerzo. Desangrándose, Julia fue
a la enfermería del centro; dos amigos suyos tuvieron que acompañarla.
Y lo peor no era eso. Lo peor era que, a partir de entonces, Julia tendría unos
prejuicios incurables hacia todos los antropófagos, ya fueran moderados o
extremistas.
—Eso sí, Luiz —riñó la maestra, dirigiéndose severamente al alumno
infractor—: que sea la última vez que muerdes y desgarras la carne de una
compañera de clase y lo dejas todo tan perdido de sangre. ¿Me has oído? ¡La última
vez!
—Que injustiça! —protestó el caníbal, con lágrimas en los ojos y pigmento
hemoglobínico en los dientes—. Es la primera vez que me como parte de una
compañera, um bocadinho apenas... ¡y mira la bronca que me cae! Y, sin embargo,