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(rjguadog) #1
Melibia iba encabezando el grupo a través del puente. Ana iba justo detrás.
Roberto cerraba el grupo, siguiendo a Ana muy de cerca, pisándole los talones.
—¡Ay! —Se quejó la dulce niña—. ¡Imbécil! ¡No me pises los talones!
—Lo siento —se disculpó Roberto.
El niño de nueve años tenía como máxima en la vida la minimización del
cansancio. Como en el ciclismo, pensaba que ir siempre detrás de una persona le
evitaría una parte significativa del rozamiento del aire. Quizá esa equiparación era
lo que hacía trabajar a sus neuronas, pues parecía sumido en complicadas
cavilaciones en esos momentos.
—Roberto —observó Melibia—, se diría que te mueres de ganas por preguntar
algo. Como, por ejemplo, por qué es rojo el río.
—¡Para nada! —El chaval desechó la cuestión—. En mi ingenua mente de niño
he imaginado que se debe a la sangre de muchísimas víctimas, y estaría muy
decepcionado si me dijeran que es por la contaminación o algo así. Lo que me
preguntaba es por qué el río fluye corriente arriba, en vez de ir de arriba a abajo.
Era verdad. El río no bajaba hasta desembocar el mar; subía desde su curso bajo
hasta su nacimiento, justo al revés de lo que ocurre en nuestro mundo. Al niño le
pareció muy sorprendente.
—¿Qué hay de raro en ello? —Ana intervino—. Un río va desde donde menos
agua hay hacia donde hay más, debido a las necesidades afectivas de las moléculas
de agua, que quieren estar en familia. «Ley de la Afinidad Hídrica», enunciada en
los anexos inéditos del primer libro invisible del profesor von der Lein^10.
—Esto tiene que significar que, en este momento, hay más agua en las montañas
donde nacen este río y sus afluentes —conjeturó Melibia.
La ley de Von der Lein es válida en cualquier mundo inserto en una tostadora.
Si, como implica su Metageografía de la tostadora infinita, nuestro mundo
también lo está, habremos de admitir que la causa de que nuestras aguas corrientes
vayan al mar y no a la montaña es el tamaño de nuestros mares y océanos, que
tienen mucho líquido. En efecto, nuestros mares y océanos tienen mucha agua, de
modo que nadie ha podido refutar esto.

(^)
(^10) Como anécdota personal, expuse la «Ley de la Afinidad Hídrica», con toda seriedad y apariencia
de rigor, en cierto entorno en el que fue tomada muy en serio. Tengo la absoluta certeza de que mi
exsuegra jamás va a leer este libro, entre otras cosas porque este libro es un libro.

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