REVENDE SIN CLÁUSULA
—¿Y quién dices que la ha palmado ahora, tío?
Quien preguntaba era un policía negro. «Policía negro» es una unidad
fraseológica que evoca cansinos estereotipos, pero el agente Black había hecho todo
lo posible por no desmitificarlos.
—Algún viejo —respondió su compañero, el agente White, al bajarse del coche.
Pálido y veterano, White era parco en palabras, pero todas las palabras que decía
eran inapropiadas. Como en cualquier buddy cop show, las personalidades eran
aparentemente opuestas. No obstante, quienquiera que conociese a Black y a White
sabía que compartían cociente intelectual. De hecho, entre los dos compartían el de
una persona relativamente brillante.
El subinspector Grey, un hombre de mediana edad con el pelo canoso y las uñas
no muy limpias, había ordenado acordonar el edificio. Un edificio, por cierto, de
muy reciente construcción: según una placa, había sido inaugurado el día anterior.
Tres horas había tenido la víctima para disfrutar de sus instalaciones.
—Se trata de un inmueble de cuatro pisos: el primero, el segundo y el tercero
—describió Grey, deteniéndose—. Algo falla... ¡Ah! Y el bajo, con su parcelita.
Una parcelita con minigolf.
A Grey no se le pasaba ni una. Los casos de homicidios habían sido inusualmente
frecuentes en las dos últimas semanas, pero sabía que, con su ayuda, el
Departamento de Policía de Hertzig acabaría resolviendo alguno.
—La víctima está en el tercer piso de este bloque, Black —explicó el
subinspector Grey—. Pero el ascensor no funciona y a nadie le apetece subir las
escaleras, Black. ¿Quizá a ti sí, Black?
—¡Y una mierda! ¿Qué pasa? —El agente Black no tenía mucho respeto hacia
sus superiores—. Como soy negro, soy atleta, ¿no? ¡Eh, mira a ese negro, seguro
que es atleta! Pues no, tíos, enteraos. Era el peor de la clase en los doscientos metros
vallas.
En realidad, acumulaba muchas penalizaciones porque solamente dos de sus
piernas pasaban sin rozar cada valla. Pero no es necesario ahondar en detalles.