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(rjguadog) #1

que a los adultos no se les puede dejar solos!»
Treinta segundos después, Roberto también se planteó esa posibilidad y su
alma inocente e infantil quedó acongojada.
La voz a través del altavoz continuó:
—Por cierto, hemos identificado a las víctimas: Ediard Wellet y Estefanía
Aylas. Si alguien les conoce e iba a hacer algo con ellos, que se busque otro plan...
—¡Menos mal! —exclamó Ana.
¡Qué alivio! Los pequeños comenzaron a brincar y a cantar alegremente, hasta
que a Ana le acechó la intuición de que el hombre que había roto a llorar
repentinamente no lo hacía por un resultado de baloncesto, y la niña paró.
Roberto cayó en la cuenta treinta segundos después y casi llegó a plantearse
parar.
Pero las desgracias nunca vienen solas y aún quedaba la noticia... peor:
—Algún hijo de... algún usuario irresponsable ha interferido con su dispositivo
electrónico de alta frecuencia en el sistema de transmisión electrocuántica. Y ahora
nos falta energía para llegar al próximo nivel, que coincide probablemente con el
Palacio de Vanadio. ¡Es posible que nos quedemos vagando por la incertidumbre el
resto de nuestras vidas! ¡Maldita sea!
»¡Ah! Y mantengan la calma.
¡Oh, no! Si no ocurría un milagro, Roberto y Ana tendrían que pasar décadas,
¡décadas!, en ese tren. Para ella, esto era verdaderamente tormentoso, pues pensaba
que tendría que casarse con ese sujeto tan impertinente, a falta de otros pasajeros
de una edad más o menos cercana a la suya. Tendría hijos con él y la consanguinidad
en el tren sería inevitable tras un par de generaciones. Se constituiría una sociedad
que duraría, al menos, toda la eternidad. El tren acabaría teniendo su propia cultura,
independiente del exterior, estableciendo nuevos paradigmas a una velocidad
pasmosa. Sería un experimento sociológico interesante, verdaderamente. Si no
fuera por la parte de tener hijos con Roberto...
Para bien o para mal, algo fallaba en las predicciones de Ana. Sí, era cierto que,
si nadie daba con una solución, ella y Roberto vivirían y morirían en el tren. Pero
ese último suceso tendría lugar mucho antes de lo que ella pensaba^17.
Entre los pasajeros comenzó a surgir el caos. Algunos no debieron de entender
muy bien la indicación de mantener la calma y comenzaron a gritar, a llorar y a

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