Despoblación de la Isla
Los colonos del litoral eran constantemente atacados por los
indios, las amenazas a las minas por los asaltos de Caribes y no había ni
un barco guardacostas para perseguirlos, el oro se agotaba en las minas,
los ciclones arrasaban los campos, desmantelaban las chozas y
destruían ganado y sementeros; se habían agotado los repartimientos de
indios, endeudados los propietarios, arruinados muchos por la usura,
temerosos los pueblos de nuevos incendios por corsarios y disminuídas
las fuerzas económicas, la miseria asolaba al país y el pánico invadía a
los vecinos. Este cuadro desconsolador aún habría de ennegrecerse,
porque ya las corrientes inmigratorias de la metrópoli no se detenían en
las islas del Caribe, sino que ahí estaba el ancho campo de explotación
del opulento terrotorio mejicano. Pronto surgió el imperio del Perú,
evocado por la audacia de Francisco Pizarro, invitando a los colonos de
Puerto Rico a abandonar la isla, en que se mueren de hambre. Una
extraordinaria exaltación debió de apoderarse de los ánimos, al
conocerse la existencia de aquella nueva tierra peruana, que la pintaban
como un inagotable criadero de oro, plata, esmeraldas y turquesas y de
la cual era cierto que volvían los mendigos cargados de riqueza tras una
breve ausencia de tres años.
El ansia de transportarse a ese país fue general. Algunos
consiguieron embarcarse en San Germán con sus negros y muchos les
hubieran seguido inmediatamente a no exigir Lando que se alejase de la
costa, los barcos, imponiendo pena de muerte a todo el que intentase
abandonar la isla.
Esta amenaza no amedrentó a los exaltados, ya que burlando
hábilmente la vigilancia del gobernador, desaparecía el peligro. Las
costas occidentales de la isla, próxima a San Germán, ofrecían gran
número de calas y fondeaderos por donde practicarse embarques
prohibidos, y para trasladarse a La Mona, un barco pequeño desde
cualesquiera de esas calas, bastaba una noche.
Utilizando esos recursos y apoderándose de las embarcaciones
mal guardadas que hallaban a su alcance, escaparon algunos y fue
preciso al gobernador, acudir en persona a la villa de San Germán,
aplicando allí castigos crueles para contener por el miedo una sugestión
que amenazaba con despoblar la Isla.
anascopr
(Anascopr)
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