Bibliografía:
Cardona Bonet, W. A. (1985). Aguada: notas para su historia. San
Juan, P.R. Pp. 46.
Composición del Partido de San Francisco de la Aguada
El Partido de San Francisco de la Aguada se componía del
territorio encerrado entre la parte septentrional del Río Grande de
Añasco y la zona oeste a partir del Río de Camuy. Dentro de este
partido, habían varios grupos menores de población, siendo descritos
como “sitios”, entre ellos: La Guadilla, Aguada, Calvache, Piñales y el
Guaorabo. Estos vecinos se desempeñaron en las faenas agrícolas y
ganaderas. Para este partido, se nombró como Teniente a Guerra a Don
Juan López de Segura, quien ejercía como Alcalde, Juez de Paz y
Policía. Para la defensa del litoral, se formaron dos compañías de
milicias urbanas. La primera compañía estuvo completamente integrada
por los vecinos de Piñales y el Guaorabo. A las milicias urbanas debía
pertenecer todo individuo entre las edades de 16 a 60 años, siempre que
pudieran empuñar una lanza o una espada y les estaba prohibido usar
armas de fuego.
A finales del siglo 17, la población de la Isla seguía siendo
muy exigua. Los pobladores iban poco a poco formando villorrios, la
mayoría de ellos fundados alrededor de una ermita. Estos poblados
apenas tenían vigilancia policial. Las faltas y delitos leves eran
juzgados por los alcaldes de la Santa Hermandad, pero la
administración judicial ordinaria seguía siempre a cargo de los alcaldes
de Puerto Rico y San Germán, como jueces de primera instancia, con
derecho a ir en alzada a la Audiencia de Santo Domingo.
Siglo 18 (1700 – 1800)
Al comienzo del siglo 18, el contrabando seguía su curso, sin
poderse cortar por las providencias tomadas por la metrópoli, ninguna
de ellas encaminadas a atacar las raíces del negocio ilícito, tales como:
la obligación de comercial por un solo puerto, la irregularidad de los
viajes de las naves de registro, los arbitrios impuestos a los productos y
la falta de buenas carreteras que comunicasen el interior de la isla, con
los puertos. Añádase a ésta, el hecho de que el negocio resultaba
lucrativo para los autores y al no ser honrados todos los funcionarios
del gobierno, demás está decir que los decretos emitidos respecto al
contrabando, resultaban absolutamente nulos en la práctica.
Para el año de 1720, el gobierno reglamentó la estadía de los
navíos que iban a realizar la Aguada en Puerto Rico. Esta estadía se
autorizó por un máximo de seis días. Estas limitaciones motivaron a los
vecinos a reorganizar sus campañas mercantiles en lo que se conoció