anima y de ningún modo en tiempo que ha de ocasionarnos
desembolsos tan consecutibos, que atraerían perjuicios grandes
atendidas nuestras circunstancias.
A Vuestra Excelencia, suplico se sirba en atención á mi
solicitud otorgarnos la modificación que juzgase mas consiliativa á
nuestros intereses y sabia política de Vuestra Excelencia dignándose
acceder á mi petición por ser justicia que pido como gracia de su
benevolencia que imploro.
En Añasco a veintitrés de julio de mil ochocientos sesenta y
uno.
Excelentísimo Señor
Miguel López
Carta del Alcalde al Gobernador en 1861
Excelentísimo Señor
El Alcalde en comisión del Pueblo de Añasco que suscribe
cumpliendo lo dispuesto por Vuestra Excelencia en su Superior decreto
marginal de 1º del corriente recaído en la precedente solicitud de Don
Miguel López, tiene el honor de evaluar el informe á que el mismo se
refiere, manifestando: que es cierto que en la noche del día 21 del mes
próximo pasado fue aprehendido por uno de los individuos que
componen la guardia urbana de este Pueblo, un esclavo nombrado
Agapito que transitava por la población sin licencia escrita de su dueño,
y el cual resultó pertenecer al recurrente, y que en observancia de los
prescripto en el artículo 160 del Bando de Policía vigente y de lo
ordenado en el 2º del Reglamento de esclavos, satisfizo el representante
los ocho pesos correspondientes á la captura de aquel por disposición
de esta Alcaldía.
Extraño me es, á la verdad, Excelentísimo Señor, que el
Hacendado Don Miguel López haya molestado la Superior atención de
Vuestra Excelencia querellándose de una medida que ha sido dictada,
en mi sentir, para bien y seguridad de sus propios intereses, y la cual ha
merecido la mayor aceptación de los demás dueños de esclavitud, que á
no dudarlo han reconocido los veneficios que de ella han de obtener.
Las muchas y continuas quejas que he recibido en el corto tiempo que
me encuentro desempeñando esta Alcaldía por los desórdenes, raterías,
embriagues y otros eccesos que se cometían por los esclavos de las
Haciendas circunvecinas que después de las oraciones pululaban por la
población, unos sin objeto determinado, otros vendiendo frutos que
quizás hurtaban á los vecinos y a sus propios dueños, con cuyo
producto se embriagaban la mayor parte y otros cometiendo desórdenes
en contra de la comodidad y tranquilidad pública, me obligaron a fijar
el edicto que en copia tengo el honor de acompañar a Vuestra