Politics and Civil Society in Cuba

(Axel Boer) #1

Ifá transnacional: tradicionalistas y criollos 293


Cuando los descendientes de los yorubás en las América perdieron la
literatura y la filosofía, se concentraron en los aspectos visuales y ritu-
ales de la religión” (Abimbola, 1997b).
Hasta ese momento los sacerdotes cubanos residentes en la Isla
habían sido considerados el punto de referencia y los paladines del
culto de Ifá para el resto del mundo, pero en la década del 90 las con-
tradicciones se hicieron palpables y adquirieron nuevos matices. De
un lado estaban los que plantearon sí se debía conceptualizar el culto
de Ifá/Ocha como un producto cubano, nuevo e independiente. Del
otro, a favor de reformar y renovar buscando legitimar el culto bajo la
influencia de un proceso de yorubización.
A partir de la aprobación de ingresar a las filas del P.C.C. de los reli-
giosos cubanos, casi de forma inmediata se buscaron contactos con
los yorubás. Todo lo afro estaba a flor de piel. El culto Ifá/Ocha no
sólo estaba ganando cada día más adeptos. Junto con el crecimiento
horizontal, se percibía falta de espiritualidad y carencia de valores. El
culto se convirtió—en sentido casi general—en un objeto turístico,
exportable y de negocios que reportó no pocos dividendos a las famil-
ias cubanas que atravesaban un período intenso y profundo de crisis
económica al cabo de la disolución de la URSS. Por las calles se podía
apreciar a los sacerdotes de Ifá cubanos luciendo trajes típicos yoru-
bas. al punto de que uno podía preguntarse qué estaba pasando, si
como todos sabemos—y como bien escribió Cintio Vitier—: “un
negro cubano típico se parece más a un blanco cubano típico que a un
negro de África” (Vitier, 1970).
Los cubanos que habían emigrado a los Estados Unidos buscaron
contacto con yorubás en tierras africanas, al igual que muchos venezo-
lanos y puertorriqueños. Los primeros, en parte, abrieron el camino al
regresar a Cuba de visita a sus antiguas casas religiosas. Con ello viajó
la moneda dura, el dólar norteamericano, en medio de un duro
período de existencia entre apagones, escasez de agua, alimentación y
ropas. Por aquel entonces, el valor de un dólar norteamericano
oscilaba desde ciento veinte hasta ciento cincuenta pesos cubanos.
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