EL MUNDO. VIERNES
8 DE NOVIEMBRE
DE 2019
ron incluso de haber pactado con los
comunistas de la RDA que hiciera
yo la pregunta para obtener esa res-
puesta, casi como si yo fuera un
agente soviético. Hasta la revista Ti-
me compró aquella idea absurda.
Como si el régimen comunista de la
RDA necesitara preguntas para
anunciar algo así», dice Riccardo
Ehrman en su luminoso salón en el
barrio de La Latina. Fue uno de esos
cuatro o cinco momentos que cam-
bian por completo el mundo.
«Fue un terremoto mundial a partir
de algo pequeño como una pregun-
ta. Aún no puedo creerme que no
hubiera ni un solo muerto, ni un
disparo en aquel acontecimiento»,
asegura Ehman emocionado, recor-
dando sus años de reportero de su-
cesos en Italia, de entrevistador de
personajes como el Sha de Irán o el
escritor Thoman Mann y de su pos-
terior traslado a aquella Alemania
comunista: «Todavía existen dife-
rencias entre las dos Alemanias,
pero la que yo conocí era el único
país del mundo en el que no existía
ni un sólo desempleado y todo el
mundo tenía una casa. Ninguna era
de lujo, pero había dos habitacio-
nes, cocina y baño. Tampoco había
droga, pero claro, lo que no había
era libertad, lo más importante de
todo. Mucha gente tiene nostalgia
de aquello, y según me cuentan
amigos alemanes, mucha de aque-
lla población está votando a opcio-
nes neonazis», asegura.
Hay un trozo del Muro de Berlín
que contribuyó a tumbar sobre un
mueble de su salón, donde también
se ven revistas internacionales de
las últimas semanas y libros de His-
toria contemporánea. La conversa-
ción termina como empieza, con la
reflexión de un periodista que siem-
pre quiso dar noticias, no convertir-
se en una de ellas: «Yo atiendo a
compañeros como tú para contar la
historia que he contado miles de ve-
ces, pero a mí no me gus-
ta responder a preguntas,
sino hacerlas».
cia: «El Muro ha caído». En parale-
lo, miles de berlineses que estaban
escuchando la radio salieron a la ca-
lle y caminaron hacia los puestos de
control. Para su sorpresa, los guar-
dias del Muro no dispararon, sino
que se limitaron a abrir las puertas
porque también ellos habían escu-
chado la noticia. Riccardo Ehrman
llevaba razón: el Muro había caído.
«Sin mi pregunta no hubiera pasado
D M I T R I M E D V É D E V «Algunas esperanzas se cumplieron y otras no.
Lo más importante es que se superaron las líneas divisorias»
do ante la falta de butacas vacías y
había tomado la palabra para hacer
tres preguntas al portavoz de la
RDA, Günter Schabowski, que aca-
baba de leer, en un tono rutinario,
monótono y funcionarial, la nueva
directiva de viajes recién aprobada
tras las manifestaciones masivas pi-
diendo libertad de movimientos en
toda Alemania del Este. Se llama
Riccardo Ehrman y hoy vive en un
piso de Madrid donde toca el piano.
Las preguntas fueron: «¿No cree
que han cometido un error con su
ley de permisos para viajar?». Esta
recibió como respuesta: «Nosotros
no cometemos errores, pero tengo
algo que decir: los viajes privados al
extranjero se pueden autorizar sin la
presentación de un justificante; mo-
tivo de viaje o lugar de residencia.
Las autorizaciones serán emitidas
sin demora». La siguiente pregunta
fue: «¿Y es válido para Berlín
Oriental?». La respuesta de Scha-
bowski fue afirmativa. Quedaba
una cuestión más del periodista
italiano: «¿Cuándo entrará en
vigor?» Günter Schabowski,
leyendo a través de sus ga-
fas, rebuscó entre sus pape-
les y respondió: «Pues ya.
Y es válido para todas las
fronteras».
Riccardo salió corrien-
do hacia la cabina de
teléfonos para llamar
a su agencia, ANSA,
y redactar una noti-
Había más de
100 personas en
la sala, pero sólo
dos escucharon el
estrépito no sólo
del derribo de un muro, sino de una
era entera cayendo por el sumidero
de la Historia. Una de ellas era un
diplomático de la Alemania del Oes-
te, Everhard Graft, que llamó a toda
velocidad a Helmut Kohl, canciller
de la RFA. El otro, era un periodista
italiano que había llegado tarde, se
había sentado justo al lado del estra-
J O S C H K A F I S C H E R «La unificación de Alemania abrió la vía al
proceso histórico de la unificación de Europa entera»
“Ninguno de mis
compañeros
entendió la magnitud
de aquello. Fue un
terremoto mundial a
partir de algo tan
pequeño como una
pregunta. Aún hoy me
sorprende que el Muro
cayera sin un solo muerto”
LA
El periodista italiano que hizo la pregunta
clave y desencadenó el final de la Guerra Fría
explica cómo vivió aquella rueda de prensa
i
POR
ALBERTO
ROJAS
El carnet
de pren-
sa que
Ehrman
usaba en la
RDA. Abajo,
el periodista,
en la terraza
de su casa
de Madrid.
Á. NAVARRETE
nada durante algún tiempo, aunque
el alcalde de Berlín Oeste ya sabía
algo. Ninguno de mis compañeros
entendió la magnitud de lo que esta-
ba pasando, por eso me atacaron di-
ciendo que era imposible que sólo
uno de 100 periodistas publicara
que el Muro había caído. Me acusa-
QUE
EL MURO DE BERLÍN Y LA
EXCLUSIVA QUE NADIE QUISO
DAR SALVO RICCARDO EHRMAN
M U R O D E B E R L Í N
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