El Mundo - 08.11.2019

(vip2019) #1
Unas horas en Berlín Oriental fueron suficien-
tes para disipar cualquier mínima duda sobre
las diferencias entre dos mundos. La compa-
ración era odiosa. Nadie en Kiel, en la reunión
de la OTAN, hubiera apostado un céntimo por
la caída del Muro, que se produciría dos años
y medio después. Ellos también se equivo-
caron. En 2009 regresé un 9 de noviembre
a Berlín. Escuché en la Puerta de Bran-
denburgo el concierto de celebración del
vigésimo aniversario de la caída del Mu-
ro, con la presencia de la canciller An-
gela Merkel. El centro del Berlín reu-
nificado volvía a ser Unter den Lin-
den, Postdamer Platz honraba la
historia terrible de aquella ciudad
durante el siglo XX. El busto de
Nefertiti se había unido en la Isla
de los Museos al altar de Pérga-
mo. Las ansias de libertad ha-
bían triunfado.

D A V I D C A M E R O N «Visité Berlín tras caer el Muro y nunca la olvidaré.


El gran continente estaba sanando las heridas de nuestra historia»


P A B L O I G L E S I A S «La caída del Muro de Berlín


fue una mala noticia para todos»


Pasé julio de 1987 en un curso organizado por la OTAN en Kiel, la ciudad portuaria
del norte de Alemania, capital del Schleswig-Holstein, famosa por sus regatas de
vela y el equipo de balonmano. Era el más joven entre unas cuarenta personas lle-
gadas de medio mundo. Había militares, diplomáticos, académicos y estudiantes de
diversas áreas. Entre los profesores dominaban los halcones. Levantaban pasiones en-
tre los estudiantes aquellos que defendían que Mijail Gorbachov, líder supremo de la
Unión Soviética, era un mentiroso, que la Perestroika y la Glasnost eran un invento pro-
pagandístico para hundir Occidente. Pensaban que tenía engañado al presidente de Es-
tados Unidos, Ronald Reagan, y que era necesario reiniciar la carrera nuclear para seguir
disuadiendo al diablo rojo. Cuando yo decía sin miramientos que había votado no en el re-
feréndum de entrada de España en la OTAN en 1986 e intentaba justificarlo desde posiciones
liberales y pacifistas, me miraban como si fuera un infiltrado comunista español.
Pasaban los días y estaba tan absorbido –y un poco harto ya– de estrategias militares y aná-
lisis nucleares que decidí ir a pasar el fin de semana a Berlín y observar, sin intermediarios
que me lo contaran, cómo eran los dos lados del muro. Gracias al Interrail, saliendo de ma-
drugada vía Hamburgo, me desperté en el vagón justo en el cruce, entre alambradas, de la
frontera entre las entonces llama-
das RFA y RDA. Entró la guardia
fronteriza, empuñando sus rifles
y con pastores alemanes. Empe-
zaron a pedir la documentación a
todos los pasajeros antes de re-
gresar a sus puestos de vigilancia.
El tren siguió por aquel pasillo fe-
rroviario hasta alcanzar la esta-
ción, al lado del zoológico del Tier-
garten, en Berlín Occidental.

S A B A L L S


M A R T Í


POR

el muro, alejado, rompiendo hacia el sur la
herida abierta de Postdamer Platz, sin grafi-
ti. Soldados que observan.
Ante aquel desierto de tristeza en pleno julio
berlinés, decidimos acercarnos a uno de los po-
cos lugares que podía estar abierto: el museo de
Pérgamo, que ya estaba en la conocida hoy como la
Isla de los Museos. La guerra lo había colocado del
lado comunista. Poder observar el altar griego y las co-
lecciones babilónicas sin apenas ningún otro visitante
fue un privilegio que siempre recordaré. Igual que re-
cordaré a las vigilantes
vestidas con falda y cha-
queta gris, sobradas de
peso, que nos observa-
ban constantemente, co-
mo si pensaran que el
colega australiano y yo
íbamos a saltar en algún
momento encima del al-
tar. Me llamaron la aten-
ción la expresión que ha-
bía en los rostros de
aquellas vigilantes, como
en el de las personas de
la recepción del museo y
el de las camareras del
humilde restaurante –por
describirlo de alguna for-
ma– de la terraza del
museo. No recibimos ni
una sonrisa. El bitte, tan
usado en alemán, sonaba

Ciudad limpia,
atractiva, llena
de bares y res-
taurantes abier-
tos. Desde
Kreuzberg, uno
de sus barrios
de moda, hasta
C h a r l o t t e n -
burg. En el mu-
seo egipcio res-
plandecía solo
en una sala el
busto de mujer
más espléndido
que nunca más
se ha esculpido:
la reina Neferti-
ti. A escasos
minutos andan-
do, el paseo llevaba directamente frente a un descam-
pado y al muro de la vergüenza, territorio de grafite-
ros. Al otro lado, la puerta de Brandenburgo, torreo-
nes de vigilancia a ambos lados. ¿Y qué más?
El domingo por la mañana lo descubrí. Junto a un
australiano, Ian, hospedado también en el albergue
cerca del Estadio Olímpico, decidimos aventurarnos
a ir hasta el otro lado del muro. En aquella época, el
régimen comunista de Alemania Oriental había sua-
vizado ya la entrada de turistas extranjeros a Berlín
Oriental a través de la parada de metro de Frie-
drichstrasse. Al llegar allí, lo único que exigían era
cambiar 20 marcos de la Alemania Federal a marcos
orientales. La paridad, cómo no, uno a uno. Al tacto,
los Deutschemarks de la RDA eran mucho más livia-
nos. Parecían hechos de hojalata.
Estábamos en el centro histórico de Berlín, el re-
conocido Mitte, con la referente Avenida de los Ti-
los –Unter den Linden– que antaño había sido el
centro de Europa, para lo mejor y para lo peor. No
había nada abierto. No había nadie. Algún coche
circulaba parsimoniosamente. Debía ser un Tra-
bant, el coche de la Alemania comunista. Solo
quedaba la opción de andar. La puerta de Bran-
denburgo se divisaba mucho más lejos que del la-
do Occidental. Vallas protectoras, más seguridad,

como un refun-
fuño.
Gasté unos po-
cos marcos
orientales en
comer un
fráncfort de
plástico y be-
ber un café
aguado. Tras la visita al museo, nos acercamos a Alexanderplatz. Ha-
bía un poco más de movida. Algunos tranvías se movían lentamente.
La visa transitaba a paso de pulga. Edificios grises en el horizonte. Ar-
quitectura marxista en su esplendor. No había mucho más que hacer
salvo regresar a Berlín Occidental. Regreso a la vida como debe de ser.

1987


BERLÍN,


«Cuidado, está usted
abandonando el
Berlín Occidental»,
reza este cartel
de la época del
Muro.
J. M. PRESAS

M U R O D E B E R L Í N


EL MUNDO. VIERNES
8 DE NOVIEMBRE
DE 2019

P A P E L P Á G I N A 1 6

Free download pdf