EL MUNDO. VIERNES 8 DE NOVIEMBRE DE 2019
48
MUNDO
i
ALBERTO ROJAS
Vivía en la isla de Sicilia pero no po-
día ver el mar, ni dar un paseo, ni co-
ger un autobús o salir a fumar a su
balcón. Es el terrible precio de ser
un periodista de investigación en un
lugar donde hacer periodismo aún
te cuesta la vida, el territorio de la
agromafia, el tentáculo colaborativo
de la Cosa Nostra, la Camorra y la
‘Ndrangheta que se dedica a lavar
dinero con el cultivo, el envasado y
la venta de productos agrícolas.
Desde el año 2015 reside en Ro-
ma, donde internet lo ayuda a comu-
nicarse con sus fuentes y donde cin-
co escoltas tratan de protegerlo de
los grupos criminales más podero-
sos del mundo: «Estoy condenado a
muerte por cinco clanes», admite a
EL MUNDO desde su fortaleza.
¿Cree que todo este trabajo de in-
vestigación valió la pena a pesar del
miedo y las amenazas a su vida?
«Siempre vale la pena, también por-
que un periodista no puede ni debe
preguntarse de qué tratan sus inves-
tigaciones, sino ponerse a hacerlas.
De niño soñé con ser periodista y
soy periodista a pesar del gran mie-
do que siento». Y matiza: «Un perio-
dista tiene una gran responsabilidad:
informar. Así las personas pueden
elegir el bando en el que luchar sólo
cuando saben de verdad lo que está
sucediendo en su comunidad».
En una de sus investigaciones más
recientes y polémicas, logró compro-
bar cómo el Consorcio para la Pro-
tección del Tomate de Pachino, el
producto líder de Sicilia, cobijaba en-
tre sus miembros al mafioso Salvato-
re Giuliano, jefe de la Cosa Nostra, y
a su hijo Gabriele. Por aquella publi-
cación amenazaron de muerte al pe-
riodista y un juez los encerró en pri-
sión. «Él ahora está en la cárcel, ais-
lado totalmente, por mafioso. Quería
convertir a los habitantes de toda la
zona de Pachino en sus esclavos, pe-
ro ahora vuelven a ser libres».
El reciente premio Peter Mackler,
que recompensa el coraje y la ética
periodística, nació en la hermosa
Modica hace 35 años y dirige su pro-
pio medio, La Spia, una página de
noticias online que apenas recibe pu-
blicidad pero que publica aquello
que otros no se atreven a publicar.
De un vistazo, encontramos informa-
ción de redes mafiosas con nombres
y apellidos, conglomerados empre-
sariales de los clanes, tapaderas y re-
laciones engrasadas con dinero pro-
cedente del crimen.
«Trabajar bajo vigilancia es muy
estresante. Es muy difícil especial-
mente para la vida privada. No ten-
go vida privada, vivo con miedo y
con cinco acompañantes, pero cum-
plo con mi deber: nuestro trabajo es
el más hermoso del mundo», asegu-
ra Borrometi, un nuevo Roberto Sa-
viano a su pesar, aquel escritor tam-
bién condenado a muerte con otra
fatua mafiosa por la publicación del
libro Gomorra. Hoy son 200 los re-
porteros o escritores que en Italia de-
ben vivir con escolta. «Al principio
eran amenazas verbales, luego me
dejaban mensajes en mi casa y en mi
coche, rayándolo. Una nota decía:
‘Estate atento’. Después dos tipos
emboscados casi me matan a golpes.
Me quebraron la espalda y he perdi-
do un 30% de movilidad corporal por
aquella paliza, pero lo peor estaba
por llegar. También intentaron que-
mar la casa de mis padres, pero no lo
consiguieron porque la puerta era ig-
nífuga. Y, finalmente, la policía inter-
ceptó una conversación clave entre
Vizzini, uno de los jefes de la mafia,
y su hijo».
La conversación decía: «Debemos
hundir a éste. ¡Bum!, al suelo. Debe-
mos hundir a éste. ¡Bum!, al suelo. Y
aquí, fuegos artificiales. Como en los
años 90. De vez en cuando un muer-
to sirve para calmar a todos. Un
muerto debería dar una lección a to-
dos estos sabiondos». La policía ave-
riguó que iban a ponerle una bomba
en el coche y frustró el ataque. «Ese
atentado descubierto por los agentes
marca el peor momento de mi vida»,
dice Borrometi. «Fue el momento
más difícil: «Leer esas palabras, en-
tender que iba a morir y también mis
escoltas fue algo muy difícil. Vivo
con ese miedo y esas palabras resue-
nan en mi mente».
«Nos gustaría expresar nuestra so-
lidaridad con Paolo Borrometi en un
momento en el que se ha visto nue-
vamente expuesto a una amenaza
grave, simplemente porque estuvo
haciendo su trabajo como periodis-
ta», señaló entonces Pauline Adès-
Mével, directora del departamento
para la UE y los Balcanes de Repor-
teros Sin Fronteras. Italia ocupa el
puesto 46, entre 180 países, en la
Clasificación Mundial 2018 de la Li-
bertad de Prensa que hace la misma
organización.
«Nunca olvido que cada día, al
despertar, podría ser mi última ma-
ñana con vida. Pero prefiero pensar
que nunca me voy a rendir, nunca
voy a ceder ante aquellos que quie-
ren vencer. Si me retiro dejo que pre-
valezca el miedo», asegura. «Mi fa-
milia me pidió que siguiera adelante,
porque nosotros somos más fuertes
que ellos. Sin mi familia, probable-
mente me habría rendido».
Su nombre en Italia ha escalado al
de héroe a su pesar. Hasta el Papa
Francisco le dedicó una audiencia
privada de 40 minutos para conocer-
le. «Los mafiosos no son cristianos;
están excomulgados», le dijo.
¿Cree que Italia y la Unión Euro-
pea son lo suficientemente fuertes
como para proteger la prensa libre?
«Lamentablemente no. Es la ma-
yor amargura: sólo mira lo que le pa-
só a Daphne Caruana Galizia o a Jan
Kuciak». Entonces buscamos sus
nombres: Daphne Caruana Galizia,
periodista de investigación maltesa,
murió asesinada en 2017 después de
que una bomba estallara en su co-
che. Los miembros de la policía tar-
daron cuatro días en recoger sus res-
tos, desparramados por la explosión.
Caruana, una reportera implacable,
tenía una larga lista de enemigos, in-
cluido el ministro de Economía de su
país. Jan Kuciak, periodista de inves-
tigación eslovaco de 27 años, fue
asesinado de un disparo junto a su
novia en su propia casa.
Pero Borrometi no sólo está con-
denado por la mafia, sino atado a su
ética periodística, que ya no le permi-
te detenerse: «Seguiré escribiendo,
porque una persona informada es
una persona capaz de elegir».
«Ya no tengo vida, sólo miedo»
«Nunca olvido
que, al despertar,
puede ser mi última
mañana con vida»
«De vez en cuando
un muerto sirve para
calmar a todos»,
dijo la mafia de él
El periodista de investigación siciliano Paolo Borrometi, entrando en su coche en Roma rodeado de algunos de sus guardaespaldas. FABRICIO VILLA / GETTY
Vivía en Sicilia pero no podía ir a ver el mar. Los mafiosos le
propinaron una paliza de hospital y trataron de quemar la casa de
sus padres. Hoy es uno de los 200 periodistas
italianos que se ven obligados a sobrevivir con
escolta J El pasado mes de abril la policía
transalpina frustró, en el último momento, un atentado contra él y sus guardias con una bomba en los bajos de
su coche J El mensaje de Giuseppe Vizzini, jefe del clan siciliano Capello, fue muy claro: «Lo queremos muerto»
REPORTERO ITALIANO AMENAZADO POR LA COSA NOSTRA
PAOLO
BORROMETI
ON
THE
RE-
CORD