El Mundo - 21.10.2019

(Steven Felgate) #1

EL MUNDO. LUNES 21 DE OCTUBRE DE 2019
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MUNDO


PABLO PARDO WASHINGTON
CORRESPONSAL

La barba y el turbante de Jagmeet
Singh no son lo que más se asocia a
la política canadiense. Pero este sij
nacido en Scarborough, en las afue-
ras de Ontario, puede tener la llave
de las elecciones que se celebran hoy
en Canadá. Su Nuevo Partido Demó-
crata (NDP, por las siglas en inglés
de New Democratic Party), situado a
la izquierda del Partido Liberal del
primer ministro Justin Trudeau, ro-
za el 20% de la intención de voto. A
cambio, el Partido Liberal y el Parti-
do Conservador están en un empate
técnico con un poco más del 30% del
voto cada uno.
Singh ha captado a gran parte del
voto joven que aupó a Trudeau a la
jefatura del Gobierno en 2015, con
una retórica a la izquierda de la del
líder liberal. Trudeau demostró ser
en la campaña de 2015 y en los pri-
meros meses de su mandato un pi-
quito de oro, capaz de hablar y pro-
meter un cambio en el fondo y en las
formas de la política canadiense.
Con una dialéctica muy en el esti-
lo de la Barack Obama, y un uso de
la imagen pública y de las redes so-
ciales propio de Donald Trump –so-
lo que con buenrrollismo en lugar de
con cabreo– el primer ministro (e hi-


jo de primer ministro) se labró una
popularidad formidable, y convirtió
los dos primeros años de su manda-
to en una especie de campaña elec-
toral –otros preferirán decir concur-
so de belleza– permanente.
Así es como Trudeau se convirtió
en un photobomber, o sea, en al-
guien que aparece de fondo en una
foto y roba todo el protagonismo a
los personajes del primer plano. El

primer ministro salía marcando pec-
torales de fondo en una boda en ve-
rano, haciendo jogging detrás de un
grupo de estudiantes que celebraban
su graduación, o remando virilmen-
te en una canoa. Donald Trump go-

bierna a golpe de Twitter. Trudeau
hace campaña en Instagram.
Pero Trudeau no pudo eludir la
parte fea de ser primer ministro: go-
bernar. Y ahí pinchó. Su Gobierno se
movió a la derecha, hasta el punto de
garantizar el uso de fondos públicos
para la construcción de un oleoduc-
to que permita exportar el petróleo
que se extrae de las arenas bitumi-
nosas de Alberta –uno de los hidro-

carburos más contaminantes del
mundo– al Pacífico, pese a la oposi-
ción de organizaciones ecologistas y
hasta de las comunidades indígenas.
Y, en un ejemplo más que palmario
de la vieja política a la que pertene-

cía, por ejemplo, su padre, y que él se
había comprometido a erradicar, se
vio envuelto este año en un escánda-
lo formidable, cuando sus propios
ministro filtraron que el primer mi-
nistro había interferido en la Justicia
para que la constructora SNC-Lava-
lin no fuera sancionada por haber
pagado sobornos a la dictadura de
Muamar Gadafi, en Libia.
SNC-Lavalin no solo es una gran

donante del Partido Liberal de Tru-
deau; también es una gran fuente de
empleo en la provincia francófona
de Quebec, en la que esa formación
tiene su gran granero de votos. Por-
que la política canadiense es, en bue-

na medida, regional. Los liberales
son fuertes en las dos provincias más
pobladas del Este del país: Ontario y
Quebec. Ahí se da un fenómeno co-
nocido como «la élite laurentina», en
referencia al río San Lorenzo que ar-
ticula la política regionales.
Ése es un sistema marcado por la
compraventa de favores y los contac-
tos personales –o, dicho de una ma-
nera menos caritativa, la corrupción–
que ha definido históricamente la vi-
da política de Canadá. Trudeau, un
ejemplo eximio de esa élite, prome-
tió acabar con las prácticas que la

han caracterizado. Una vez en el po-
der, resultó ser un laurentino con Ins-
tagram. Ahí está gran parte de la ra-
íz de sus problemas. Ésa es la clave
de estas elecciones: no se trata de
que el electorado rechace la ideolo-
gía de Trudeau, sino su política y, en
buena medida, su personalidad.
Eso explica que el primer minis-
tro, al que Obama ha apoyado en
Twitter, haya llegado al extremo de
negarse a acudir a un debate electo-
ral. Trudeau no quiere cámaras. Y
eso explica, también, el auge en los
sondeos del NDP y de los Verdes.
Pero eso es en el Este. El Oeste de
Canadá, y en especial la provincia de
Alberta, donde se concentran parte
de las mayores reservas mundiales
de petróleo del mundo, es más esta-
dounidense. De hecho, Alberta es,
como dicen muchos canadienses, «la
Texas de Canadá». Ése es el territo-
rio del gran rival en estas elecciones
de Trudeau: el Partido Conservador,
cuyo candidato es Andrew Scheer.
Muchos han comparado a esta for-
mación con el Partido Republicano
estadounidense. Y, de hecho, el pri-
mer ministro al que Trudeau derrotó
en 2015, el conservador Stephen
Harper, tenía una excelente relación
con George W. Bush.
La cuestión estadounidense de los
conservadores –llamados tories, co-
mo en Gran Bretaña– ha vuelto a
plantearse en estos comicios, con la

revelación de que Scheer, además de
canadiense, es estadounidense, algo
que había mantenido en secreto y
que choca con sus críticas a otros po-
líticos que tenían doble nacionalidad
de Canadá y Francia.

Trudeau se juega su futuro político


El primer ministro de Canadá compite por revalidar su cargo en las elecciones de hoy


Uno de los problemas a los que Trudeau
está teniendo que hacer frente es el
inesperado resurgir del nacionalismo en
Quebec, la provincia francófona
canadiense en la que el Partido Liberal
tiene uno de sus grandes graneros de
votos. Después de más de una década sin
apoyo popular, el Bloque Quebequés ha

experimentado una cierta resurrección, y
podría convertirse en una pieza clave para
determinar quién va a ser el futuro primer
ministro. Los nacionalistas quebequeses
han sido conservadores. Pero su actual
reencarnación, capitaneada por el ex
empresario del rock Yves-François
Blanchet, combina elementos de
diferentes ramas ideológicas. Por un lado,
defiende la ‘tasa Google’ y se sitúa cerca
del NDP y de los Verdes en materia de
protección del medio ambiente, en

especial en un aspecto que es clave en la
economía canadiense: los oleoductos.
Pero, por otro, varios candidatos del
Bloque Nacional han sido blanco de
controversias por sus comentarios
islamófobos en redes sociales. Además,
Blanchet exige que el Gobierno federal
acepte una ley de Quebec que prohíbe a
los maestros llevar símbolos religiosos
visibles. Es una idea que en realidad está
dirigida hacia la creciente población de
origen musulmán de la provincia. / P. P.

EL INESPERADO RESURGIR


NACIONALISTA EN QUEBEC


El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, saluda a sus seguidores en un mitin electoral en Calgary, en la provincia de Alberta. STEPHANE MAHE / REUTERS


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Porcentaje de voto
que le otorgan las
encuestas
electorales al primer
ministro canadiense
Justin Trudeau.
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