LOS FREIRES FUERON RESULTANDO MENOS
INDISPENSABLES,LO QUE LES COLOCÓ EN UNA SITUACIÓN
DE VULNERABILIDAD QUE FACILITÓ SU CAÍDA EN DESGRACIA
En el sentido de las
agujas del reloj, la
Torre del Temple de
París, demolida en el
siglo XIX, unas
monedas que
encarnan la riqueza y
el poder de los
templarios, y la faz de
Jaime I el
Conquistador.
corte y el rey eran los encargados de la
dirección económica, pero los templarios
acaparaban parcelas subordinadas muy
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dad regia. Por ejemplo, en determinados
momentos, la orden recibió el encargo de
recaudar algunos impuestos como en 1289
cuando cobró el diezmo sobre el Císter que
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tra Aragón. Del mismo modo, la red de
transferencias templarias fue muy usada
por los monarcas galos para efectuar pa-
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nistración de la corte, los tesoreros de la
milicia desempeñaban el papel de cajeros
o controladores de los movimientos del
numerario regio. Por supuesto, al margen
de estas prácticas, los freires prestaron a
los reyes de Francia diferentes cantidades
de dinero que posteriormente debían ser
reembolsadas. Solo en la etapa de gobier-
no de Felipe el Hermoso –monarca que
ordenara después el arresto y juicio de la
milicia- están documentados varios prés-
tamos del Temple hacia las arcas regias:
5.200 libras en 1292; 2.500 libras al año
siguiente o la dote para el casamiento de
la princesa Isabel de Francia con el prín-
cipe inglés en 1298.
En Inglaterra, también el peso de los
templarios en las cuentas del monarca
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ditores del presupuesto regio, el Temple
de Londres sirvió de depósito para las jo-
yas reales y grandes sumas de dinero de
diferentes reyes, a la par que los freires
ejercían como recaudadores de impuestos,
prestamistas, transportistas de fondos y
gestores de transferencias internacionales.
Para la península Ibérica, la mejor in-
formación conservada procede del reino
de Aragón donde los templarios asimis-
mo fueron muy relevantes aunque no
tanto como en Inglaterra o Francia. Un
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que suscitaba la orden puesto que Jaime
I le pidió que actuara como mediadora
a la hora de recuperar cierto dinero que
había prestado. Del mismo modo, apare-
cen los templarios Ponç Azemar y Guerau
de Caercí como auditores de las cuentas
regias elegidos por Alfonso I entre 1184
y 1194. Y freires de la milicia fueron
también dos tesoreros seleccionados por
Jaime I en 1220 para la gestión de sus
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mo de Montrodón y Aragón en Ximeno de
Stuga, disponiendo el rey que “los depo-
sitarios, jueces, justicias y demás súbdi-
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cualquier otro templario bajo pena de la
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Paralelamente, los monarcas aragoneses a
semejanza de sus homólogos franceses e
ingleses, recibieron préstamos del Temple,
hicieron depósitos en él o utilizaron sus
servicios para recaudar impuestos.
Con la persecución y disolución de
la milicia a principios del siglo XIV, los
templarios dejaron un hueco importan-
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fue ocupado, principalmente, por los
banqueros italianos. No obstante, a esas
alturas, las actividades económicas del
Temple mostraban ciertas señales de es-
tancamiento frente a sus competidores
transalpinos quienes, gracias al crecien-
te comercio, obtenían gran liquidez que
destinaban a hacer lucrativos préstamos
a los monarcas europeos. De este modo,
los freires fueron resultando menos indis-
pensables, lo que unido a la ausencia de
cruzadas y su negativa a fusionarse con
otras órdenes militares en un momento
en que los reyes tendían a centralizar sus
poderes, les colocó en una situación de
vulnerabilidad y crítica social que facilitó
su fulminante caída en desgracia e ingre-
so en la leyenda.