El Mundo - 12.09.2019

(Marcin) #1

EL MUNDO. JUEVES 12 DE SEPTIEMBRE DE 2019
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i


ESPAÑA


Siete millones cuatrocientos cincuenta mil ca-
talanes declinaron asistir ayer a la manifesta-
ción convocada por los nacionalistas. La cifra
es notablemente superior a la de otras convo-
catorias. Yo intuí la avalancha desde que vi
que los que salían este año iban con la segun-
da equipación, una camiseta color turquesa
caribe. Hay millones de catalanes que nunca
han participado en la Diada y que nunca lo
harán. Su visibilidad ha sido casi nula en es-
tos últimos cuarenta años. Solo el 8 de octu-
bre de 2017 muchos de ellos pisaron la calle
por primera vez deseando que fuera la últi-
ma. Se trata de la otra mitad de Cataluña y la
principal razón de que la independencia uni-
lateral –unilateral quiere decir no solo al mar-
gen del Estado, sino también al margen de la
mitad de los catalanes– haya fracasado.
Desde la Transición se proyectó sobre esa
mitad de los ciudadanos un completo arsenal
de mentiras. Su frío examen sobrecoge, cua-
renta años después. Esta mentira, para empe-
zar, del 11 de septiembre. Ningún historiador,
ningún político, ningún interesado mínimo,
tiene datos para negar que ese día acabó una
guerra civil entre españoles y una guerra civil
entre catalanes. Por supuesto que trescientos
años después, ya con el iPhone XI en la calle,
uno puede elegir su bando. Incluso puede uno
conmemorar unilateralmente su suerte. Esto


es lo que hacía Francisco Franco cada 18 de
julio: celebrar una guerra civil. El que se tra-
te de una guerra civil no impide, en puridad,
la celebración. Aunque obligue a algunos di-
simulos. Y el principal, que es el de enmasca-
rar el carácter unilateral de la celebración y
convertir una guerra civil en una guerra pa-
triótica. Así lo hizo Franco con su invención
de la Antiespaña. Así ocurre cuando se decre-
tó que el 11 de septiembre fuera la fiesta som-
bría y resistencial de todos los catalanes. Y no,
mire: si todos los catalanes tenemos que cele-
brar el 11 de septiembre, que sepa vuesa mer-
ced que yo voy con Felipe V. Aunque solo sea
porque ganamos. Esta discrepancia civil es,
por otra parte, fieramente española. Muchos
de los que en Madrid, rompeolas, se rasgan
las vestiduras porque en Cataluña haya una
fiesta nacional que complazca solo a una par-
te de la población ignoran deliberadamente
que el 12 de octubre hay una gran cantidad
de españoles que van con los indios.
Casi nadie sabía en la Transición lo que
había sucedido el 11 de septiembre. Hubo
quejas aisladas, es cierto, pero no precisa-
mente por la manipulación de la Historia. Lo
que molestaba a algunos pocos es que se
conmemorara una derrota: es raro en las na-
ciones. Pero la queja solo hacía que legiti-
mar el relato: incluso los españolazos que
más satisfechos podían estar con el resulta-
do borbón confirmaban que se trataba de
una derrota. Pero ni siquiera ellos se pregun-
taron ante quién o ante qué. Se admitió que
la Diada era una fiesta tocada del habitual
fondo mítico de estas ceremonias. Porque en
realidad, y ésta es la clave, nadie imaginaba
hasta qué punto el mito iba a organizar la
convivencia futura en Cataluña.
Una mentira con mayores consecuencias
fue la de la lengua. El catalán es la lengua
propia de Cataluña, se dijo, trazando la esci-
sión fatal entre Cataluña y los catalanes. En
su aceptación hubo buena fe por parte de la

otra mitad. Se estuvo de acuerdo en organi-
zar una comunidad bilingüe. Y para ello se
transigió incluso con la inmersión lingüística,
que despojaba a los ciudadanos de un dere-
cho político elemental como el de educar a
sus hijos en la lengua oficial del Estado. La in-
mersión trataba de equilibrar una situación
real, basada en la escasa presencia del cata-
lán en los medios, en los libros, en los espec-
táculos, etc. Sin inmersión no habría bilin-
güismo, se dijo y se firmó. Pero la mentira se-
minal en torno al
carácter propio del ca-
talán acabó consoli-
dando una sentencia
ofensiva: la de que el
castellano no podía ser,
en el fondo, la lengua
de ningún catalán.
La tercera mentira, y
última que citaré aquí,
afectó al supuesto ca-
rácter unitario de la co-
munidad catalana. Un
sol poble, se dijo desde
el principio. La otra mi-
tad acudió a la invita-
ción. No sin algo de re-
celo, los charnegos,
porque una suave xe-
nofobia perfumó siem-
pre la catalana terra de
un ligero olor a huevos
podridos, por más que
los nacionalistas dije-
ran que era solo pinord.
A la otra mitad le tranquilizó, sobre todo, uno
de los mensajes que con mayor insistencia di-
fundió el nacionalismo: nunca haremos nada
que suponga una fractura social. El mensaje
que supone la cota máxima de traición a la
ciudadanía a que ha llegado el nacionalismo.
El Deceso puede explicarse sencillamen-
te diciendo que los nacionalistas llevaron

demasiado lejos sus mentiras. Llegó un
momento en que el Estado no pudo tole-
rarlas. Pero, decisivamente, la otra mitad
tampoco pudo: es sorprendente que los na-
cionalistas no hubieran aprendido que no
se puede ir Contra Catalunya. Por lo tanto
parece lógico que la ausencia de ciudada-
nos en las calles desbordara ayer todas las
previsiones. A pesar de que tras dos días
de lluvias, la tarde había quedado lumino-
sa, seca y limpia; a pesar de que el juez

Marchena aún afila las últimas puntas de
su lápiz y a pesar de que nunca había habi-
do en el Estado un Gobierno más inexis-
tente, se impuso la otra mitad.
Este año se anuncia un nuevo boicot al
cava catalán. La novedad es que lo pro-
mueven catalanes. Supone una correcta
identificación del problema.

Desbordadas


todas las


previsiones


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mientras lanzaban objetos a los agentes. Además, una reportera de
TVE fue agredida (le impactó una piedra), mientras tiraban la cámara.

JOSEP LAGO / AFP
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