contestó -vamos a Tuxpan-. Ella inquirió, ¿quieren que los espere? ¿tienen en
dónde quedarse a dormir, o se quedarán en un hotel? ¿tienen dinero? La niña sólo
se encogió de hombros, la mujer les dijo: vénganse con nosotros al hotel donde
vamos a llegar, les pediremos un cuarto pegado al de nosotros.
Y así fue como pudieron pasar esa noche y a las cinco de la mañana
atravesaron varios lugares hasta llegar a la máquina que los llevaría a Poza Rica.
Recuerda con mucha nostalgia que sin las ayuda de esas personas que los
despertaron a las cinco de la mañana la maquina los hubiera dejado. Nunca
supieron sus nombres pero la niña alcanzó a oír que susurraron ¡pobres niños,
porqué los mandan solos! La mirada de ambos niños hacia ellos fue de gratitud,
solo su recuerdo vive en el corazón de esa niña.
Ella acostumbra contar este relato con lágrimas en los ojos pensando ahora,
que dios todo poderoso siempre manda ángeles para que cuiden a los niños. La
niña pensó que gracias a dios llegaron con bien, ella aún vive y es hoy la anciana
que les acaba de relatar lo que vivió.^11
(^11) Esta niña es Carolina González Olmedo.
Niños viajeros