#Consu.txTudinario
Septiembre 3, 2005
Desquiciada, Tory Brauer empezó la historia con euforia:
- Densa niebla cubría el puerto de Veracruz, cuando, en la Noche
Vieja de 1983, escape de casa en falda corta sobre mallas, un
pañuelo extremadamente grande, guantes de elastano, cinturón
ancho de cuero, blusa escotada de tirantes de «espagueti», zapatos
de gelatina, grandes pendientes de imitación de oro, collares de
perlas cultivadas, una peluca recién peinada voluminosa, llevaba
maquillaje brillante y pesado. Labios de color púrpura, pestañas
oscuras y gruesas con rubor rojo en las mejillas. Quería pasar la
velada con un amigo que poncha buenos toques. El camino era
largo; los pensamientos confusos; tenía el corazón oprimido, así
como el día que te encontré.
No creo en la casualidad, creo en las causalidades, como esa
calavera que traes en tu chamarra de piel. Es como un llamado a
la muerte, pero las ideas y hasta las alusiones a la muerte me
impresionan profundamente que me hace sentir una especie de
atracción hacia ti. ¿Será que tú eres el embajador de la muerte?, y
que como aquellas visiones que suelo tener sin estar drogada, en
las que tú eres mi cómplice, mi amante, mi consejero, mi ángel
exterminador.
Entonces, al encontrarme en medio de una lata con cenizas y un
encendedor, sé que amas las tinieblas, mientras la lluvia cae sin
cesar y el viento aúlla como música incidental de este momento
maravilloso que es fumar piedra, elevarme, saber que estás aquí
para protegerme y recordarme que es tiempo de fumar mota para
el bajón. ¿Ya serán las 10 de la noche?
Tory suspiró y, bebiendo un trago de vino cuya marca no
recuerdo, continuó: - Percibo en la nariz notas a sótano oscuro, pero limpio, con notas
a pomelo viejo [...]