Con los años, nuevos artefactos textiles siguieron poblando
los rincones de su casa y, entre ellos, uno muy particular, que
no suele verse en las casas patagonas: una funda de guitarra
bordada. Junto a calendarios antiguos y actuales, cuelga la
guitarra de madera de Eloísa cubierta por esta colorida funda.
La música y el baile han sido siempre importante en su vida,
pues han traído alegría y armonía entre tanto trabajo y esfuer-
zo. Cuando el calor de la Patagonia obliga a buscar el frescor
de la casa, ella y Hernán suelen escuchar sus cassettes de
rancheras; y, si el entusiasmo es mayor, bailan y bailan, giran-
do de aquí para allá, como dos chiquillos enamorados.
“El que tiene cabeza, sesera, ese aprende”, cuenta, aclarando
cómo es que aprendió a tocar guitarra, un talento que compartía
con su papá, don Leonor, y con dos de sus hermanos. La funda,
hecha de tela de saco harinero, la bordó en 1988, especialmente