Entonces la heroína era muy pura. Ahora la
cortan con diazepán y hasta con cafeína, pero
entonces no era así, y las crisis de abstinencia
eran devastadoras para quienes las sufrían.
Esos monos eran bestiales, inhumanos, y do-
lorosos hasta para quién pudiera observar-
los. Eran como una gran sacudida, una paliza
de movimientos espasmódicos, escalofrian-
tes, febriles, fríos, sudorosos, ruidosos, tem-
blorosos, y tan cerca de la línea que separa la
vida de la muerte. Eran delirantes.
El mismo delirio que resultaba alimentarlo
para dejar de sentir el dolor de su ausencia....
Lo que sufrían esas madres, viendo sufrir a
sus hijos. Ellas padecían por todos, y eran las
que más luchaban por erradicar el problema.
Se veían a diario cara a cara con la heroína
y sus consecuencias, la conocían mejor que
nadie, y la temían día tras día. Esas madres sí
que eran las grandes heroínas del momen-
to, tan golpeadas, y seguían en pie, en lucha
constante tirando de todo. Admiradas y apes-
tadas también por la sociedad.
El dedo juicioso que marcaba a madres. Mu-
jeres señaladas, familias con estigma, hijos
sin padres en casa y sin amigos en la calle....
Desde aquello han pasado tantos años? Aho-
ra ver esos cuerpos lánguidos, débiles y hue-
sudos caminar por nuestras calles es menos
habitual. Pero todavía pasa..... nuevamente, y
cada vez más. Qué le sucede a nuestra socie-
dad? Qué pasa en nuestras calles? Observo en
un paseo Carabanchel, zonas como cañoro-
to, los parques, y encuentro a nuevos jóvenes.
Ha cambiado el modo, el lugar dónde se ad-
quiere, hasta el recipiente donde se vende.
Cambia el escenario y hasta la basura que
produce. El problema ha cambiado de apa-
riencia quizás, pero persiste, y nuestras nue-
vas generaciones tienen vendas vacías de
pasado en sus ojos. Viven encerrados en sus
juegos en línea con su mando para controlar
su micromundo, y asomados a la venta digi-
tal de las redes sociales para interactuar con
los demás.
Nuevas generaciones muy frustradas, y con
padres que se esfuerzan incansablemente
por evitarles grandes esfuerzos a sus hijos,
en un intento absurdo de darles lo que ellos
no tuvieron. Familias que crían proles con
grandes recursos informáticos e iphones
pero indefensos ante la inexperiencia de la
realidad. Chavales a los que les abraza la in-
certidumbre, el tedio, el miedo al mañana, el
desinterés, la angustia, la soledad, la incom-
prensión...... Necesitan encontrar la verdad,
eso que acabe con su dolor.
Y sabéis qué pasa? Que miro mi barrio, y ya
no veo gente arrimando el hombro para salir
a la calle. Ni a mis vecinos bajar para cons-
truir una cerca humana. Esa cerca humana
construida a base de masas de gente de todo
Carabanchel. Era la cerca humana más boni-
ta del mundo, rodeando la raíz del problema.
Ahora el problema está escondidito, aunque
todos sepamos dónde. Pero, todos miramos a
otro lado.
Y sin embargo, cuando veo el velo de alqui-
trán en mi mirada y recuerdo aquel Caraban-
chel tan humilde, tan trabajador,.... Aquel Ca-
rabanchel tan de antes, con sus tienditas y sin
grandes edificios, de galerías comerciales, y
bajar la silla a la plaza. Aquel Carabanchel tan
de los de Carabancheles y del que aquí llega-
ra. Era tan bonito, tan autentico!!
Era tan bonito, porque con sus gentes, ya
fueran buenas o malas, altas o bajas, guapas
o feas, ricas o pobres, afortunadas o desgra-
ciadas,.... Pero Siempre, siempre salían a la
calle!!
Ese era mi barrio, nuestro Carabanchel!
El barrio que me vio crecer, el que me crió y
me enseñó tanto......
tobias tullius