Le habían hecho daño y ver sus lágrimas me quebraron por dentro, tuve que
aguantar las mías para que no me viera llorar. Quise abrazarlo contra mi pecho y
decirle, ¡todo saldrá bien! Que sintiera que no estaba él únicamente.
Eso sucedió en mi cabeza, pero tuve miedo y no me atreví, ¡siempre me
arrepentiré de no haberlo hecho!
Fue cuando lo empecé a querer. No a su luz; fue su sombra la que tocó mi alma.
Decirle fue una mala idea, ¡lo alejó!
No entiendo como ese sentimiento que debería acercar, hizo todo lo contrario.
¿Por qué?
La respuesta a eso siempre será un acertijo, aunque tengo una ligera idea.
¡Verán! Creo que, en el fondo, a su manera. Quizás sin saberlo, él también ha
llegado a quererme y eso lo asusta. Lo que llegara a pasar si sucediera, como eso lo
cambiaría todo y lo cambiaría a él.
Una vez mi luna me susurró un secreto. Como conoció a otra en un planeta lejano
llamado tierra, ella y su sol estaban destinados a estar separados, pero, aun así,
desafiando cualquier ley, solo por unos minutos al año, encontraban la manera de
estar juntos, y que a ese momento le llamaban eclipse, algo imposible que dejaba
de serlo.
Como la historia de Wanda. Qué a mitad de la noche despierta asustada y pregunta
a su padre sobre esa palabra.
¡Imposible! dijo el padre.
Es cuando quieres algo y piensas que está tan lejos que no lo puedes alcanzar.
Cuando dejas de creer y te das por vencida.
La moraleja estaba en lo que la niña aprendió. ‟La única batalla que está perdida,
es por la que no estás dispuesta a luchar, pero, sobre todo, que los imposibles nada
más lo son tanto como tú lo decidas.”
¡Eso me hizo reflexionar mucho!