Algo entra a la atmósfera, miramos al cielo mientras vemos una luz a lo lejos.
Debe ser el transbordador, dice Estela.
¡No es posible! Respondo.
Hace mucho salimos de la tierra y ya estaba en camino.
Sucede que el tiempo aquí transcurre de modo diferente que en otros planetas.
Me comenta Estela
¡Ve!
Encuentra lo que buscas, nosotros nos quedaremos, reconstruiremos este sitio. Sus
anteriores habitantes no supieron cuidarlo, pero ahora tenemos otra oportunidad.
Antes de irme quiero hacerles un último regalo y dije:
“El valor de la vida no se calcula en la vida en sí misma, sino en los pequeños
momentos que vivimos cada día, haciendo lo que amamos, los que compartimos
con aquellos que queremos, precisamente son esos, aunque efímeros, los que
marcan la diferencia”
¡Recuérdenlo siempre!
Me despido de la pareja mientras me alejo, algo me oprime el corazón, no sé si es
la tristeza de dejar a mis amigos o el miedo de no encontrar la salvación de mi
hogar.
Dejarlos no fue fácil, aprendí a quererlos, pero, no siempre todo lo que comienza
junto, termina igual.
Llego donde el transbordador, fuera se encuentra una joven de cabellos largos y
ojos verdes.
Al verme sonríe.
¡Al fin has llegado!
¿Sabes quién soy? Le digo.