—No. Si lo derribamos correremos el riesgo de hacer mucho ruido y
alguien podría escucharnos —argumentó Samuel, apoyando ambas manos
sobre las rejas.
Él estaba listo para trepar.
—Es cierto. Tienes razón, amigo... —Los ojos de Morgan trasmitían
cierta tristeza—. Soy un tonto. Otra vez estoy dependiendo de ti.
Samuel, que ya había empezado a trepar, inclinó la cabeza y miró a
Morgan por el rabillo del ojo. Otra vez me está llamando “amigo”, pero...
¿En verdad lo soy? El joven estaba inmerso en sus pensamientos, cuando
repentinamente el recuerdo de su hermano invadió su cabeza.
URIEL
Cuatro años atrás, cuando él tenía trece y todavía vivía en Yalas, sus
padres le encargaron que cuidara de su hermanito de cinco años. El niño
poseía cierta dificultad para hablar, razón por la que lo protegían en exceso,
así que ordenaron a Sam a que no salieran de la casa hasta que ellos
regresaran, lo cual sería en un par de horas. Samuel obedeció el recado con
desgana, debido a que ese día él quería ir a un evento donde presentarían
unos nuevos modelos de realidad virtual. De hecho, el chico había
comprado las entradas con tres semanas de anticipación.
Ese evento era realmente importante para él y para sus amigos,
quienes también tenían la misma afición por la tecnología. Sin embargo,
según su punto de vista, él ya no podría asistir a la convención por culpa de
su hermanito. Cuando sus dos amigos lo llamaron, apenado y muy dolido,
este les dijo que al final no iría. Samuel se encontraba demasiado molesto,
así que una vez que sus padres se marcharon, él comenzó a regañar y a
echarle la culpa de todo a Uriel.
—¡¿Ya ves lo que causas, mocoso?! ¡Por tu culpa no podré salir con
mis amigos! ¡Eres una desgracia! ¡Estábamos tan bien antes de que tú
llegaras! ¡Vivíamos felices cuando solamente éramos los tres; papá, mamá y
yo!
Samuel normalmente tenía una buena relación con Uriel. De vez en
cuando discutían, pero nada fuera de lo normal en una relación de