faltaban solamente veinte minutos, sin embargo, mientras se dirigía hacia el
sanitario, Morgan vio a una de sus compañeras siendo hostigada. Se trataba
de Bárbara, quien se encontraba rodeada por cuatro estudiantes. Los
muchachos eran más altos que Morgan, y ella se veía muy asustada. Su
rostro reflejaba una gran preocupación y la posibilidad de llorar. Con una
mano sobre sus piernas, intentaba cubrir su falda, mientras que con la otra
se presionaba la camisa sobre el pecho. Los jóvenes que la rodeaban no
paraban de insistir.
—Vamos, hermosa, no te haremos nada... Solo muéstranos lo que
llevas bajo esa falda tan atractiva.
—¡No lo haré! —dijo ella en voz alta, sin saber que nadie la
escucharía.
Ellos se encontraban bastante alejados de los cursos, y no había
cámaras alrededor. Debido a eso, difícilmente alguien los vería, puesto que
también estaban rodeados de espesos pinos.
—¡Vamos preciosa, no seas terca! —expresó uno de ellos tomándola
de los hombros.
—¡¡Auxilio!! —gritó con lágrimas, mientras que los demás
solamente se reían.
Morgan se acercó, con las piernas temblándole del miedo, mirando
hacia el suelo. En ese momento, sin siquiera levantar la vista, dijo: la
señorita... La señorita les dijo que no quiere.
—¡Eh! ¿¡Y quién es este fracasado!? —Se quejó uno.
—¡Lárgate de aquí, idiota, si no quieres terminar con el cuello roto!
—exclamó otro del grupo.
Morgan continuó parado mirando al suelo.
—Pero... es mi compañera Bárbara, y debemos regresar a clases —
Morgan alzó la vista para mirarla. Ella solamente lloraba—, déjenla en paz,
por favor.
—¡Ya me hartaste, fracasado! —dijo uno corriendo hacia él y
lanzándole un puño a la cara.