—Jefe, ¿podría venir un momento? —dijo el empleado de una
pequeña licorería. Él se veía bastante confundido. Entonces añadió—: Es
que... no entiendo lo que quiere esta persona.
El joven del mostrador no sabía qué hacer. Frente a él se hallaba de
pie una mujer, quien simplemente lo miraba extendiéndole algunas
monedas de lits. Ella tenía la cara y los ojos rojos, además de mucha baba
escurriéndole por la boca.
El dueño del local asomó la cabeza y la miró desde unos metros.
Este inmediatamente fue hacia uno de los refrigeradores, cogió una botella
de cerveza y lo cargó en un jarro grande. Luego, extendiéndole a su
empleado, dijo: toma, aquí tienes... Esta clienta siempre bebe de esta marca.
—Pero, jefe, con los lits que ella tiene, no le alcanza para pagar —
comentó el joven mientras agarraba indeciso la manija del vaso.
—Está bien, no importa. Yo repondré lo que falte.
—Bu... Bueno, señor.
Él se dispuso a recoger esas pocas monedas y luego le extendió el
jarro a la clienta. Ella sonrió emocionada, y sujetando el asa con ambas
manos, protegió como un tesoro el líquido espumoso y dorado que contenía
el recipiente. El empleado se percató de que la mujer caminaba torpemente;
tambaleándose de un lado a otro.
Esta casi perdió el equilibrio, hasta que pudo llegar a una mesa que
se hallaba a diez metros. Con ella estaban dos hombres que se encontraban
igual, o incluso más ebrios que la mujer. Uno era flaco y pequeño, el otro
gordo y robusto. El hombre corpulento estaba a punto de dormirse en su
silla.
El patio de la licorería tenía una dimensión de quince metros
cuadrados, con el suelo cubierto de piedras blancas trituradas. El lugar,
además de estar cercado y rodeado de árboles, también se hallaba iluminado
por lámparas rústicas de madera que colgaban desde una enramada, cuyas
luces amarillas hacían que esa oscura noche fuera más amena. Otras cinco
mesas se encontraban en el lugar, con una separación de dos metros cada
una.
La mayoría de los clientes ya se habían ido, y solamente quedaban
esas tres personas. De repente, el empleado preguntó con curiosidad: jefe,