—¡Demonios! ¡La transmisión con Morgan se cortó! ¡Debo ir a ver
qué sucede allá arriba! —comentó Esmeralda muy enojada.
Ella todavía tenía su casco verde activado.
—El vejete de Magnus tampoco responde. Tal vez huyó a causa de
los disturbios.
—Yo iré contigo —dijo Návila con firmeza.
—No... ¡Tú quédate y protege a Sam!
—¡Pero! Es que...
Una alerta en el radio del policía interrumpió a Návila. Todos
voltearon y escucharon lo que decía.
—¡Atención a todas las unidades! ¡Nos encontramos en estado de
emergencia! ¡Se solicita el mayor número de agentes en las calles!... ¡Los
presos están ocasionando disturbios y asesinatos masivos! ¡Se ordena
disparar a matar! ¡Sin excepciones! ¡Repito!... ¡Disparen a matar!
Belton manifestó su sorpresa.
—¡Es el comandante del departamento central! ¡Robert,
olvidémonos de estos chicos! ¡Tenemos asuntos más urgentes ahora mismo!
Cleman analizaba la situación, y con angustia decidió escuchar a su
compañero.
—¡Maldita sea!... ¡De acuerdo! ¡Vámonos de aquí!
Ambos agentes avanzaron con prisa hacia la entrada de la oficina,
pero de repente Samuel pegó un grito.
—¡Yo iré con ustedes!
—¿Eh? —El detective volteó hacia el chico—. ¿Qué estás
pidiendo, mocoso?
Sam desactivó su casco dejando ver sus ojos llorosos y su ceño
fruncido. A pesar de su semblante triste, en su mirada se veía mucha
determinación. Esmeralda también desactivó el suyo y se acercó enojada
hacia él, oponiéndose inmediatamente a su plan.
—¡Sam!... ¡¿Qué carajos te sucede?! ¡¿Ya has visto la situación en
las calles!? ¿¡¡Acaso quieres mor...
—¡¡Ya lo sé!! —La interrumpió Samuel con impotencia. Este, en
voz baja, finalmente agregó—: Ya lo sé, pero... mi abuela...