Qué raro... ¿Por qué estaría prohibida esta playa tan bonita? ¿Y no
es este el punto en donde se suponía que debía estar el garaje?... ¡Me estoy
por volver loca!
Después de decir eso para sí misma, suspiró rendida y reposó la
frente sobre sus brazos. De repente, un fuerte viento le arrebató el papel que
tenía en la mano, enviándolo por el aire hasta caer sobre la arena.
—¡¡No puede ser!! —gritó con desesperación.
Cloe miraba caer el mapa a unos quince metros del agua. La chica
sabía perfectamente que si perdían esa carta, también perderían la única
pista que tenían para encontrar el lugar.
—¿¡Cloe!?... —Abigail acababa de salir del sanitario. Ella corrió en
dirección a su amiga al escuchar su grito—. ¿¡Qué sucedió!?
—¡El papel!... ¡¡El mapa cayó en esa zona prohibida!! —La chica
tenía los ojos aguados mientras se reprochaba a sí misma con dureza—.
¡Soy tan tonta! ¡Nunca hago nada bien!
—¡Ah! ¡No te preocupes, Cloe! Yo bajaré y lo traeré —dijo Abi con
confianza.
—¡Pero...!
—¿Qué ocurre, corazón? —preguntó Zilak mientras se acercaba a
Cloe.
—¡¿Están todos bien?! —gritó Susan desde atrás.
Las chicas les explicaron lo sucedido, y después de haber oído todo,
Zilak decidió ir a buscar el mapa.
—¡Es mi culpa! —Lamentó ella con lágrimas.
—Tranquila, hija —dijo el padre de Abi con amabilidad. El hombre
frotó suavemente su cabello para tranquilizarla.
Zilak dejó las maletas a su esposa, entonces se dispuso a bajar por
las escaleras de la entrada, después de haber cruzado bajo las cadenas.
—¡Ten cuidado, querido! —gritó Susan desde arriba con
preocupación.
—¡Lo haré!
Las chicas lo observaban caminar, y estas saltaron de alegría cuando
lo vieron recoger el mapa de la arena. El hombre hacía gestos victoriosos,