Ella introdujo los números del collar y la puerta automáticamente se
abrió. Esta dejó ver unos peldaños diagonales que conducían a un túnel
subterráneo. Todos se miraron con intriga, y después de asentir de manera
unánime, decidieron ingresar al túnel. Sin embargo, la puerta se cerró detrás
de ellos, generándoles mucho miedo. Entonces, como ya no tenían forma de
volver, caminaron dando vueltas por el lugar. El sitio estaba iluminado por
luces tenues de color naranja. Algunas partes se hallaban oxidadas, y en
otras había filtraciones con gotas de agua.
—A juzgar por la humedad y el óxido, creo que estamos caminando
bajo el mar —comentó Zilak mientras veía los pequeños charcos de agua
que se formaban. Entonces añadió con curiosidad—: Me pregunto a dónde
nos llevará este sendero.
El hombre miró hacia atrás fijando la vista en Cloe, quien caminaba
al lado de Abi y Susan. Luego de un largo silencio, Zilak se animó a
preguntar.
—Oye, corazón, esto parece muy peligroso... ¿Sabes en qué estaba
metida tu madre?
—¡Papá! ¡No le preguntes cosas extrañas! —Le regañó Abigail de
inmediato.
—Yo... no lo sé —respondió Cloe con timidez. Luego, mirando
apenada al suelo, agregó—: En la carta, mi madre decía que ese sujeto
llamado Boldort nos daría respuestas.
—¡Ah!... Ya veo —Se limitó a decir Zilak mientras rascaba su
cabello un poco avergonzado.
Desde entonces el grupo siguió avanzando sin decir nada. El hombre
se percató de que su pregunta incomodó el ambiente. Habían caminado por
más de una hora, y cuando pensaban que ya no podrían continuar, se
alegraron al ver el final del túnel a unos metros. Todos soltaron sus bolsas y
maletas, claramente exhaustos, pero a la vez suspiraban aliviados.
Después de descansar unos minutos, se quedaron viendo la pared de
concreto, la cual tenía unas barras metálicas que formaban una escalera
hasta arriba. En el techo hormigonado había una enorme tapa de metal que
tenía forma circular, y en ella podía caber una persona.
—Creo que ya llegamos, ¡subamos! —ordenó el hombre.