En los siguientes tres años ordenó reconstruir partes de los edificios
de las ciudades afectadas, y lo hizo con mano de obra esclava. También
reorganizó a toda la ciudadanía y reemplazó a las personas basándose en
puestos jerárquicos; los pigmentados ocupaban las mejores posiciones
dentro de las instituciones y las empresas.
Los normales, en cambio, se convirtieron en las nuevas víctimas del
sistema que antes los privilegiaba; se les ubicó en lo más bajo de la escala
social, hasta el punto de ser considerados animales. Las personas que no
aceptaban trabajar bajo esas condiciones discriminatorias, eran enviadas a
las minas de Carmesí, o directamente se las asesinaba.
Durante esos años, los normales se arrepintieron de no haber hecho
algo por los pigmentados, ni de tomar consciencia del estado en el que
vivían los mineros de Carmesí. Así que esas personas experimentaron en
carne propia las duras condiciones que aquellos mineros habían soportado
por mucho más tiempo, y finalmente fueron conscientes de la explotación
que había hacia todos los pigmentados; quienes por muchos años fueron
drenados hasta la muerte solamente para que los del sur gozaran de un
injusto bienestar.
Lamentablemente para los sureños, su arrepentimiento llegó
demasiado tarde, pues muchos pigmentados veían a los normales como a
seres inferiores, y adoptaron una actitud indiferente respecto a sus pesares.
Muchos pigmentados concluyeron que esos “normales sangresucia”,
como les llamaban, debían ser sometidos a los trabajos forzosos en esas
infernales minas, por la manera en que los antepasados de estos últimos se
comportaron con sus ancestros. Ciertamente los papeles se habían invertido
en ese punto de la historia; en ese momento eran los pigmentados los que
preferían vivir cómodamente en su estado de bienestar, a expensas del
sufrimiento de los normales.
Los simpatizantes de Caluti lo alababan, argumentando que su
salvador había hecho justicia, sus opositores, por el contrario, antes de que
fuesen fusilados, le advirtieron que él simplemente estaba cambiando las
piezas del tablero, pero que el problema de la discriminación seguiría
persistiendo ante sus ojos. Sin embargo, los que lo apoyaban no sentían
ningún tipo de culpa, eso debido al rencor insaciable que se generó por la
matanza de siglos atrás.