Esmeralda lo golpeó en la quijada con furia. Entonces volvió a
insistir.
—¡¡¡Dime dónde está Návila!!!
—¡¡No lo sé!!... ¡¡No sé nada de ella!!
—¡¡¡Mientes!!! —gritó Esmeralda clavándole el cuchillo en el
muslo.
El hombre gritó completamente adolorido. Este lloraba y empezaba
a convulsionar de nuevo.
—¡¡Vejete... ¡¡¡Puedo hacer esto todo el puto día!! ¡Te sanaré y te
torturaré una y otra vez si no confiesas! —Lo amenazó ella con el rostro
enfurecido.
—¡¡Ná... Návila!!... —Caluti gritaba y lloraba tocándose la pierna,
cuya sangre teñía de carmesí la alfombra—. ¡¡Ella se encuentra en Yalas!!...
¡¡Está en la cabaña que construí para ti!! ¡¡Por favor, niña!! ¡No me
mates!... ¡¡Te digo la verdad!!
A Esmeralda le cambió el semblante al escuchar esa respuesta; tenía
una mirada de decepción, como si estuviera enojada consigo misma.
—De todos los lugares..., jamás creí que estaría allí. Yo soy más
tonta de lo que pensé. Morgan, adelante... Ya puedes matarlo.
—¡¡No!! —Caluti se arrastraba con miedo—. ¡¡Espera, Morgan!!
¡¡¡Espe...
El limario lo tomó del cuello sin mediar palabra, y luego lo presionó
con ambas manos hasta desgarrarle la garganta. Caluti murió con lágrimas,
mientras veía por última vez los ojos grises de Morgan. Este lo soltó
dejando caer su cadáver cerca del portarretratos. El limario tomó la foto de
la alfombra y miró las caras de Suria y de Kevin.
—Al fin se cierra este ciclo de odio entre nosotros.
Después de decir eso, desactivó su traje y dejó el brazalete de
grafeno encima del escritorio. El hombre vestía un pantalón azul marino,
botas negras, y una camisilla sin mangas de color gris, la cual dejaba a la
vista sus musculosos brazos. Él sacó una pequeña tela negra de su bolsillo,
y procedió a atar su larga cabellera. Luego se dirigió hacia la ventana, y
limitándose a suspirar profundamente, contempló el paisaje de Gani.