observó el horizonte y el vasto bosque que se extendía ante sus ojos,
entonces pronunció unas palabras con ímpetu.
—¡Pueblo mío! ¡Observen!... ¡Esta es la tierra que por siglos
arrebataron a nuestros ancestros! ¡Y nosotros seremos la generación que la
recuperará!... ¡Por la libertad de Torek!
—¡Por la libertad de Torek! —exclamó la muchedumbre en
respuesta.
Estos se dispusieron a correr hacia el bosque y a expandirse por todo
el territorio. Morgan ya había tocado fondo en ese momento. Este estaba
tirado en el césped con los huesos rotos y envuelto en un charco carmesí. Su
organismo hacía lo posible por regenerarse, pero como la daga perforó su
corazón, no había manera de que se salvase.
Mientras escuchaba un zumbido leve en los oídos, y oía de forma
tenue los gritos de guerra de la multitud, él pronunció sus últimas palabras
con la poca fuerza que le quedaba.
—Esto es algo... de nunca acabar. Los humanos... siempre... —Él
tosía mucha sangre y la boca le sabía a óxido. Las primeras gotas de lluvia
empezaron a caer con prisa, las cuales se mezclaban con sus lágrimas—.
Siempre buscaremos excusas... para pelear. Da igual... quien tenga la razón,
o cuáles sean... sus motivaciones.
››La paz... nunca se podrá lograr... en este ciclo de venganza.
Morgan finalmente llegó a la conclusión de que todas las personas
eran igual de importantes en la vida, sin embargo, también comprendió que
para la muerte todos los humanos eran igual de irrelevantes. Él entendió que
los sueños, las metas y los proyectos de las personas, no significaban nada
para ella, pues al final todos terminaban cayendo ante sus brazos.
El limario no pudo soportar la herida grave en su pecho, y su
corazón sucumbió al no poder regenerarse. Después de una vida bella,
sangrienta, y llena de altibajos, Morgan murió a sus treinta años de edad.