En la villa de Lucius, el jardín de olivos, rosas, lirios, violetas, y jazmines brillaba al
atardecer. Los gorriones cantaban, Argos atento, vigilaba bajo su olivo preferido. El
banquete ofrecía cerdo asado con garum, ostras, y mulsum, pero la tensión lo empañaba.
Lucius, ajustando su toga, me dijo: “Titus, debemos prevenir a los romanos que el oráculo
ha sido corrompido por César”. Sus ojos, cargados por su deseo hacia Safira, evitaron los
míos. Cassia, en la cocina, pálida, confesó: “Soñé un águila devorada por sombras, Roma
en ruinas”. Mi ceceo me hizo enmudecer.
Entonces escribí en mi tablilla de cera, con un hueso afilado:
Aquila umbris devoratur, Roma cadit,
Fata in tenebris, corda vincuntur.
Rosae spirant, ego taceo().
()El águila es devorada por sombras, Roma cae,
El destino en tinieblas, los corazones se atan.
Las rosas respiran, yo enmudezco.
El oráculo corrupto, el toque de Safira, el sueño de Cassia: todo auguraba el final de la
victoriosa República. Mi alma ateniense, educada en Corinto, se debatía entre el juramento
y el jazmín.
jud rampoeng
(Jud Rampoeng)
#1