ENQNQLAB

(rjguadog) #1

—Estupent, bonica! Incluso podrá darme una clase de ciencias antes de cortarme
—comentó el galán, optimista ante todo el sufrimiento que le esperaba—. ¿Y cómo
dices que se llama?
—Todavía no llevamos un año casados, así que no sé su nombre de pila. Pero se
apellida Doctor. ¡Es el doctor Doctor!
—¡Agüita! Eso es tan ridículo como si yo me llamara «Fontanero».
—Tienes razón, fontanero. De haber conocido su apellido antes de la boda, no
me habría casado con él.


Tuvieron una sesión de sexo maravillosa, pero no fue aquella. Después del coito,
que a la sazón era lo único que se les ocurría hacer en la cama además de dormir, el
amante bandido prendió un cigarrillo y lo posó sobre sus labios. No había dado la
tercera calada cuando comenzó a toser como en los anuncios de Iniston de la época.
—Estás fumando —advirtió Inés. No se le escapaba una.
—Detesto el tabaco —dijo él con una coherencia aplastante—. Pero el cigarrillo-
de-después es algo que evidencia que hemos echado un polvo. Imagina que el teu
home nos pilla así, tumbados sin más, desnudos, ruborizados, en tu cama. Por muy
listo que sea, ¿cómo va a asociar eso con el sexo?
Lo pasó fatal hasta que acabó el pitillo. El período refractario de su aparato
reproductor acababa de concluir y aquel hombre seguramente celoso, loco y terrible
no llegaba (por desgracia), así que estaba listo para volver al acto sexual.
No había transcurrido un minuto desde la segunda eyaculación del fontanero
cuando, entre las dudas de ella y la ilusión de él, los amantes oyeron cómo una llave
penetraba en la cerradura principal del piso.
—¡Ya está aquí! —exclamó con visible excitación la mujer.
El fontanero, con mayor excitación que Inés, se apresuró para encender el cigarro
correspondiente. ¡El Dr. Doctor no podría tener dudas al respecto! Quedaría
indignado con la infidelidad de su esposa, se enfadaría con el ladrón que había
allanado su templo y mostraría su superioridad intelectual con una conducta
brutalmente agresiva.
La prisa fue inútil: el marido de Inés se tomaba su tiempo. La tos acelerada de
aquel hombre que podía romper su matrimonio no fue reclamo suficiente. Tampoco
lo fue la exagerada expresión de orgasmo que comenzó a fingir la mujer. Quizá,
solo quizá, la experiencia había enseñado al biólogo que cualquier parecido entre

Free download pdf