Puertorriqueña. Pp. 557-560.
Traslación de la Villa de San Germán (1526)
La Villa de San Germán se fundó primeramente en los
arenales próximos a la desembocadura del río Guaorabo, teniendo en
cuenta para ello las necesidades del momento, pero sin fijarse en las
condiciones del terreno, ni sospechar las emanaciones palúdicas de dos
o tres ciénagas inmediatas. Los vecinos de la villa se encontraban
divididos en dos bandos, siendo un bando el de don Luis de Añasco,
que tenía su estancia inmediata al ejido y era partidario de la
permanencia en el lugar y el otro bando que quería mandar la villa,
considerando varios inconvenientes, “continuar en aquella arena
muerta, donde en cavando se hallaba el agua a dos palmos”, por lo cual
no se podía construir fábrica alguna de piedra, ocurriendo incendios
frecuentes de los edificios de madera, lo que aumentaba el daño que las
enfermedades producían.
Propicia era la ocasión para recabar un mandamiento real que
cortase las discusiones, pero la Corona no quería autorizar el abandono
de la Villa de San Germán, sin proceder antes a una información
general de los vecinos, dirigiéndose desde Pamplona a 24 de diciembre
de 1523, una carta a Lucas Vázquez de Ayllón, oidor de la Audiencia
Real de las Indias, para que de acuerdo con los justicias y vecinos de la
Isla de San Juan, investigase las causas y conveniencia de la mutación
solicitada, designando sitio adecuado para emplazar la nueva villa y
concediendo dos años para verificar la traslación de los vecinos sin
producirse alteración en el personal que ejercitaba funciones reales o
cargos públicos.
Si la Audiencia juzgó el deseo de los vecinos de San Germán
de mudarse a otro sitio, o si se interpusieron medios poderosos para
evitarlo, lo cierto es que el plazo de dos años, se triplicó sin fruto, y los
opositores a la mudanza aprovecharon tal coyuntura para mejorar las
condiciones de su pleito.
Por un expediente informativo incoado en la Villa de San
Germán, a petición del procurador municipal, Francisco de Ortega, el
11 de junio de 1526, fueron llamados ante el Alcalde Sebastián de la
Gama, con asistencia del escribano Juan de Cervantes, los vecinos
Rodrigo de San Lucas, Luis de Añasco, Antonio de Vargas, Diego
García Moreno, Alonso Ruiz Minaga, Gabriel de Peñalosa, Juan de
Cueto, y otros que manifestaron, de común acuerdo, la conveniencia de
no despoblar la villa por el daño que causaría al comercio con la
metrópoli y la necesidad de mantenerse agrupadas las familias, en vista
de las sorpresas continuas de los indios y negros alzados que vagaban