Presente y futuro del pensamiento cubano 265
ocurriendo en la Isla por detrás de la retórica aun marxista-leninista.
Hay quienes en la Internet se refieren a una «tecnocracia familiar
hereditaria» que dominaría en época de «neocastrismo». El neocas-
trismo, en mi opinión, comienza ya con la actual era postcomunista,
caracterizada—no tanto por un paquete de licencias insustanciales,
que no viene a ser sino la legalizacion del mercado negro—como por
el desplazamiento hacia la concentración del poder económico y el
despido nada nostálgico de la ideología marxistaleninista. En cualquier
caso, la particularidad del punto de vista sobre el futuro inmediato de
Cuba que asumo aquí es que, al tiempo que incluye la variable del
cambio—en términos económicos e ideológicos—ni desestima ni
excluye a la descendencia de los hermanos Castro junto al círculo de
sus más allegados colaboradores y amigos que, con un sólido capital
acumulado durante medio siglo y reciclado a la manera de empresas
capitalistas de inspiración nacionalista, seguirán siendo los dueños de
la Isla y los que quiten y pongan a ministros y presidentes a menos
que, como la canción, «un milagro pase».
Para finalizar, quiero dejar bien claro—más allá de los medios, de la
filosofía política y de las ciencias sociales—cómo veo a la Cuba de
hoy. El socialismo cubano ya se vino abajo. Los revolucionarios se
baten en retirada y evitan blandir sus ilegítimas razones y sus estúpi-
dos argumentos apologéticos delante de los ciudadanos. Hoy son
aquellos los que temen y los que callan, al menos delante de la gente y
de sus propios vecinos. La Seguridad del Estado, desacreditada, con
ruinosos resultados—además de escasos recursos—y una membrecía
cada vez más torpe, lejos de intimidar es motivo de burla entre los
capitalinos, si bien la situación hacia el interior del país sigue siendo
lamentable. Miami—lo que representa—tiene más influencia en La
Habana que el Partido Comunista. Tras el marxismo soviético el mito
del socialismo revolucionario ha muerto, solo lo alimenta su propia
inercia, los barriles de petróleo que llegan de Venezuela y la paranoia
que logró sembrar durante 50 años entre los cubanos del exilio. Tal
vez fuera de Cuba se tenga una impresión diferente y hasta pesimista,
condicionada por cientos de pronósticos fallidos. Hoy se puede decir