266 Chapter 11
sin temor a errar—y lo digo desde dentro—que a la Revolución no se
le quiere, no se le respeta y no se le necesita. Es por eso que sus diri-
gentes han asumido el reto de crear las bases para perdurar en condi-
ciones postcomunistas. Los castristas más leales y sus descendientes
amaestrados tendrán cada vez más acceso a las grandes y medianas
empresas y al capital extranjero, mientras el antes venerado y com-
pacto Volk^27 se va escindiendo mayormente en una bolsa de mano de
obra barata y bien calificada, por una parte, y en una economía de
kiosko (“nano” empresas), por la otra.
Se dirá, con razón, que Fidel y Raúl siempre han detentado el
poder político y económico desde el mismo triunfo de la Revolución.
Pero la diferencia estriba en que se trata ahora de un lavado de patrimo-
nio, para lo cual será preciso desmontar paulatinamente el socialismo
de Estado e ir creando las bases de un empresariado revolucionario
abierto al mercado internacional y a la inversión extranjera. El control
interno de tales operaciones de fomento—y, sobre todo, de blanqueo
y legitimación—de la herencia Raúl lo seguirá llamando, eufemística-
mente, «planificación».
- «El pueblo es la meta principal. En el pueblo hay que pensar primero que en noso-
tros mismos. Y esa es la única actitud que puede definirse como una actitud verdadera-
mente revolucionaria [...] Al menos ese es el cristal a través del cual nosotros analizamos
lo bueno y lo útil y lo bello de cada acción.» (Fidel Castro, en: Palabras a los intelectuales).