Tapas N.23 – Mayo 2017

(ff) #1

LoS NUEvoS DUEñoS


vaN a TENER qUE PagaR


UN aLqUiLER aNUaL DE


30 miLLoNES DE EURoS PoR


EL ESPaCio DEL SEaSoNS


EN EL EDiFiCio SEagRam


A pesar de eso, este viejo transatlántico
parecía condenado a naufragar contra el iceberg
del tiempo. Los gustos de los súperricos habían
cambiado (la aristocracia de Wall Street
había perdido glamour frente a la burguesía
casual de Silicon Valley), algunas mujeres lo
consideraban un mundo de hombres y muchos
jóvenes lo veían como un club apolillado, un
museo o, peor aún, la versión gastronómica
de Parque Jurásico. Mirad esas porcelanas,
cristales y esos camareros con viejos uniformes
de hace sesenta años –parecían decir–,
miradlos bien. Si sumamos las del bar, el
lounge y el restaurante, había localidades
para 400 personas sentadas. ¿Existían tantos
tiranosaurios rex en Manhattan?

¿La CoPia o EL oRigiNaL?
El propietario del edificio Seagram, que
alojaba el establecimiento, el rey del ladrillo
y coleccionista de arte Aby Rosen, creía que
el tiempo había llegado. En 2015 anunció
que no renovaría el alquiler a los gestores del
legendario restaurante. Alex von Bidder y
Julian Niccolini se irían a la calle en 2016 con
la amenaza, que están a punto de cumplir,
de refundar su viejo proyecto al lado del
antiguo, también en Park Avenue. Iban a
decirle a la beautiful mundial, siempre ávida
de experiencias exclusivas y auténticas, que
eligieran entre la copia y el original. Y parte de
sus antiguos clientes financiarían la aventura:
los tiranosaurios devolverían la dentellada.
Pero los nuevos emprendedores Jeff
Zalaznick, Mario Carbone y Rich Torrissi
tenían una sorpresa para ellos. La arquitectura
apenas iba a cambiar. Simplemente, dividirían

el gigantesco espacio del Four Seasons
siguiendo la vieja separación entre la Sala Pool
y la Sala Grill, los dos nuevos establecimientos
se llamarían Pool y Grill y los principales
añadidos consistían en reconvertir un
reservado para cenas en un bar y un lounge
y en instalar un jardín vertical, firmado por
la artista Paula Hayes, para separar los dos
nuevos restaurantes. A Phyllis Lambert,
encarnación de la vieja guardia e hija del
fundador de Seagram, el primer propietario
del edificio, le gustó la reforma y decidió
celebrar allí su noventa cumpleaños. Aquello
fue un golpe bajo.
Lo que sí se iba a revolucionar era la
comida, que nunca había sido el plato fuerte
del Four Seasons, un Titanic anclado durante
décadas en el servicio impecable, la historia,
el espectacular espacio y la presencia de la
‘gente guapa’. Zalaznick, Carbone y Torrissi
eran los socios y mosqueteros de una empresa,
Major Food Group, que ha fundado y opera
seis restaurantes de moda que acumulan diez
estrellas según la guía del New York Times,
que han sido galardonados con una estrella
Michelin cada uno y que en dos casos han
sido nominados a los premios James Beard,
que se otorgan a los mejores restaurantes
de Estados Unidos. Todas sus principales
aventuras culinarias poseen menús originales,
cuidadísimos y caros pero no prohibitivos
para los foodies de la Gran Manzana. Las
cenas y las comidas son experiencias que van
más allá de lo gastronómico y que atraen a los
millennials más sofisticados.
Los tres mosqueteros han dado pistas a la
revista Ne w Yo rk de lo que esperan ofrecer
en sus menús. Desean innovar a partir de
lo que ofrecieron el Four Seasons y otros
establecimientos históricos durante los
primeros años en sus menús, que se inspiraron
en la alta cocina europea. El Four Seasons
seguía entonces la estela de los legendarios
asadores británicos pero añadiéndole matices
italianos, franceses, alemanes e incluso suizos.
La nueva receta de patatas asadas que van
a lanzar delata precisamente esa reinvención
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