EL MUNDO. LUNES 9 DE SEPTIEMBRE DE 2019 HOJA Nº 27
P A P E L
por la mitad», recordaría
años después sobre
aquella intervención.
Las complicaciones
siguieron tras un
accidente doméstico que
le produjo «unos dolores
intensísimos que casi le
impedían andar», según
confesó Ángela Carrasco,
su compañera en
Jesucristo Superstar, en
- En ese mismo año,
sufrió también un asalto
en su mansión: «Me
desperté rodeado de
encapuchados», explicó en
su momento ante el juez.
«Fue un susto increíble, el
susto de mi vida... Casi no
puedo dormir».
Entre diciembre de
2014 y junio de 2015, el
intérprete de Algo de mí
se sometió a dos nuevas
intervenciones
quirúrgicas, una de ellas
para colocarle una
prótesis en el pie, que
seguía dañado desde el
accidente doméstico.
Aunque su ánimo no
decaía, el cantante
finalmente se vio
obligado a cancelar su
anunciada gira para 2016
en Latinoamérica. En
julio de 2018, volvió a ser
hospitalizado por un
cólico renal. Una dolencia
también de riñón provocó
su ingreso, el pasado
sábado, en la Clínica
Quirón de Pozuelo de
Alarcón, donde terminó
falleciendo.
POR CARMEN
RIGALT
Empezó siendo un ídolo
y acabó siendo un
fenómeno, entendiendo
por fenómeno cualquier
manifestación inmate-
rial, cosa o suceso que
que se percibe a través
de los sentidos y lleva a
turbaciones extremas.
Digo, pues, que Camilo
Sesto empezó siendo un
ídolo, sin reunir condi-
ciones para ello.
Pertenecía a la
cantera de esos
cantantes levantinos
que se familiarizan con
la música cuando están
en el vientre materno
y durante la infancia
desarrollan un chorro
de voz que les catapulta
enseguida a la fama.
Fue el caso de Nino
Bravo, Bruno Lomas y,
entre otros, Camilo
Blanes, a quien un
lumbrera del marketing
y la publicidad le puso
un nombre artístico con
eufonía de Papa que
nos traía confundidos
a todos.
El caso es que muy
pronto alcanzó el éxito,
logrando redondearlo a
primeros de los años 70
con una magistral
interpretación de
Jesucristo superstar en el
teatro. Fue la única vez
que lució barba. Menuda
se armó. Al pobre le
perseguían las mujeres
por todas partes. Una
pesadilla. Por suerte
para él, cuando
acabaron las
representaciones,
adoptó un look
Llongueras que le
permitió moverse con
más soltura en su
identidad sexual.
A Camilo Sesto le
había nacido un niño
pocos años antes.
Miento. A quien le había
nacido fue a una
mexicana, de nombre
Lourdes Ornellas, en
cuyo vientre puso él una
semillita una noche que
jugaron a papás y a
mamás. El caso es que
Lourdes tuvo un niño y
Camilo lo mantuvo
(económicamente). Se
llamó Camilín.
Con él en España, la
pequeña familia hizo lo
que pudo. O sea, más
bien poco. A falta de
madre, Camilo tenía una
hermana que le lavaba la
ropa y lo colmaba de
mimos. Pero aquella
extraña familia quebró
pronto. Influido
seguramente por parte
del entorno que lo
rodeaba, la hermana
salió tarifando y Camilo
se vió solo con Camilín,
de quien se sentía más
hijo que padre.
Poco a poco, Camilo
VI fue quedándose
aislado en manos de
sus administradores y
secretarios. Es una
imagen que se ha
repetido bastante en la
atmósfera nacional
(Encarna Sánchez, Lina
Morgan, etc). Al final, en
estos últimos años, la
imagen de Camilo era la
del fenómeno que eligió
ser: un cantante en silla
de ruedas, con pelucón
acorazado y rostro
de vieja estrella,
bisbiseando sus éxitos
por los adentros.
De todo su repertorio
me quedo con Vivir así
es morir de amor, una
bellísima balada que
producía efectos
terapéuticos cantada a
pleno pulmón en una
noche de farra.
Camilo VI, ya retirado,
recibió ofertas varias
para que acudiera a las
televisiones a contar su
vida y a tararear viejos
triunfos. Por suerte, le
quedaba un punto de
lucidez y no se prestó. O
se prestó lo justo para
darse cuenta de que le
tomaban el pelo.
Coincidió ese rebrote
de la figura de Camilo
con el éxito de sus viejas
canciones. No era un
éxito buscado, pero
sonaba con
contundencia en todas
las barracas de feria. Así
llegó Vivir así es morir de
amor a las nuevas
generaciones. Por la
senda de los borrachos.
Así nos quedamos todos
en esta mañana de luto:
melancólicos y otoñales.
Camilo Sesto era un...
cantante. No un cantau-
tor, aunque compusiese
sus canciones. Ni un
vocalista de un conjunto
de rock, aunque hubiese
sentido la adolescente
fascinación por ese tipo
de música y hubiese
pertenecido a un par de
grupos rockeros-pope-
ros. Ni, en los matices
del oficio, un cantor,
figura asociada al
folclore popular. Era un
cantante en la acepción
más pura, aceptada y
reconocible de la
palabra. De la idea. Del
concepto. Un cantante
clásico. Es decir : buena
voz, extensa tesitura,
amplio registro, apostura
física y una preferencia
por las baladas sobre los
demás estilos. En
resumen: un intérprete
melódico por encima de
todas las cosas.
Aunque nunca fue ni
mucho menos un artista
olvidado, su época de
esplendor se sitúa en la
década de los 70, con
una pequeña
prolongación a
comienzos de los 80 con
Perdóname (1980), su
último éxito. Las demás
canciones de esos
primeros 80 son una
especie de eco del
estruendo anterior.
Nadie citaría, así, a
bote pronto, Más y más
o Amor de mujer como
sus grandes éxitos. Todo
el mundo recordaría
Algo de mí (1972), Amor,
amor (1973), ¿Quieres
ser mi amante? y
Ayudadme (1974),
Jamás y Melina (1975),
Mi buen amor (1977),
Vivir así es morir de
amor (1978)... Y, desde
luego, Jesucristo
superstar (1975), la
cumbre vocal de Camilo,
en la obra musical de
Andrew Lloyd Webber y
Tim Rice estrenada en el
Teatro Alcalá Palace de
Madrid. Su
interpretación de
Getsemaní aún
impresiona.
Camilo, ya está dicho,
era un cantante clásico.
O sea, melódico. O sea,
romántico. Repasando
sus canciones casi
sorprende, incluso
admitiendo esa esencia
y esa tendencia
temáticas en ellas, la
profusión de la palabra
«amor» en los títulos.
Camilo Sesto forma
parte de la memoria
sentimental de un país
en «tránsito hacia la
Transición». Una época
y una voz inolvidables.
MELAN-
COLÍA
POR CARLOS
TORO
EL CAN-
TANTE
MÁXIMO
Durante la grabación de su álbum
‘Camilo’, en 1974. GIANNI FERRARI/GETTY
Actuando en ‘Jesucristo superstar’,
en noviembre de 1975. EFE
Junto a Julio Iglesias. E.M.
Su última aparición pública, en
noviembre pasado. EFE
La Voz. Camilo,
ante un público
improvisado en
la grabación de
una actuación
en la madrileña
Plaza de España
(1972). EFE
E N P O R T A D A
T A R